Una carta de amor escondida dentro de novela de género (de varios géneros, en realidad). Eso es Quienes manejan los hilos (Roca Editorial, 2020), la nueva obra de Roberto Sánchez. Solo que esa carta no va dirigida a una persona, ni siquiera al tiempo pasado de nuestra juventud, que siempre vende mucho. No.

Es una carta de amor a la radio.

A ver, la historia nos trae otros temas, ¿eh? Empezando por ese impacto inicial, ese terremoto de De Mille, esa imagen icónica. En fin, a partir de ahí tienes ganado el interés del lector, aunque sea para ver por qué, cómo, quién. El cuándo y el qué ya lo llevamos puesto, porque los fotogramas los vimos todos. Y tampoco me voy a extender sobre esto, que es un mcguffin como otro cualquiera.

«A mí me gustó cuando la novela se pone en plan picaresco, que es algo muy Siglo de Oro, y el Siglo de Oro molaba bastante»

Luego viene una mezcla de géneros. Bien traída, las más de las veces. A mí me gustó cuando la novela se pone en plan picaresco, que es algo muy Siglo de Oro, y el Siglo de Oro molaba bastante. Sobre todo si no vivías en él, claro, con las hambrunas, el olor a mierda y las epidemias de peste. Ehh… en fin, borren esto último. Ya me entienden. Pues eso, que picaresca, narración de espías que son más como los espías de verdad y menos como los de las pelis. Más Lazarillo que James Bond, ya sabe. Con sentido del humor, que es cosa importante, cosa fundamental. Qué delicia. Qué pena quienes escriben sin buscar las sonrisas…

Y el amor, como dijimos. A la radio. Que aparece aquí y allá. Telón de fondo, banda sonora no reconocida. Como sucede tantas veces en nuestro discurrir diario, no me miren así. La radio susurrando mientras hacemos otras cosas, estando sin estar. La radio siempre. Roberto sabe de lo que habla (cómo no) y, sobre todo, demuestra un enorme aprecio, cariño, por el medio al que tantas horas ha dedicado. No es fácil, no. Hace falta pasión, y de eso no tiene todo el mundo.

«Y el amor, como dijimos. A la radio. Que aparece aquí y allá. Telón de fondo, banda sonora no reconocida»

Personajes carismáticos. Quizá más logrados los femeninos, que son quienes manejan el hilo del argumento sin que los hombres se den (nos demos) cuenta. Ternura a veces, humor ácido otras. Y una caterva de hijos de puta y brujas malas (algunas con collares de perlas) a las que no da reparo alguno timar un poco. Todo ello es esta novela. No es poca cosa.