Y mira que he escrito yo sobre ciclismo, ¿eh? Mucho. Todo. Páginas y páginas. Demasiado, vaya. No me miren así, ustedes también lo piensan, truhanes. Y en esas cientos y cientos de frases…nada. Sobre la Operación Puerto, digo.

Nada.

La Operación Puerto. ¿En pocas palabras? El final de una inocencia que se había perdido mucho tiempo atrás. Nadie se chupaba el dedo, al menos no todo el rato, pero a veces…oye, todos somos humanos. Y en ocasiones resulta más sencillo, más cómodo, mirar a otro lado que plantearse asuntos raros. Aunque canten y huelan a kilómetros de distancia. Que de kilómetros va la cosa. Básicamente en bicicleta, aunque no solo, seguramente. Pregunten a otros, a los que tengan los listados, que a mí no me los han puesto delante del morro (y bien que me gustaría).

La Operación Puerto fue el nombre que se dio a una misión llevada a cabo por la guardia civil y que buscaba desenmascarar tramas de dopaje para deportistas. Delito, añado. Fue el año 2006. Un 23 de mayo cayó la presa más mediática. En la cafetería de un hotel madrileño se reúnen Eufemiano Fuentes y Manuel Saiz. El segundo es director del equipo ciclista Liberty Seguros. El primero…bueno, el primero es un personaje de novela, total y absolutamente. El mismo que ya en 1985 estaba estudiando los métodos de preparación deportiva allende el Telón de Acero. Creo que van entendiendo. Y hablaba así a El País. Cero rubor, les advierto. “A quijotes pocos nos ganan. Nadie se escandaliza porque lanzadores de la URSS y de la RDA no acudan a última hora a competiciones donde se realiza control antidoping porque todavía no han eliminado los efectos de determinadas sustancias ingeridas”. Ji, ji, ja, ja. Busquen, busquen, si está todo publicado. Ya saben, siete años después unos Juegos Olímpicos, y tal. Y no cuento más, que no quiero follones.

(Bueno, solo otra cosa. El doctor Fuentes volvió a pasar una nochecita en el calabozo a raíz de la Operación Galgo, cuatro años después de la OP. Allí, según contó un simpático raterillo, se le soltó la lengua. “Si yo hablo España se queda sin Eurocopa y sin Mundial”. Ji, ji, ja, ja).

¿Es por eso por lo que nunca he escrito de la Operación Puerto? Por lo de los problemas, digo. Pues no exactamente. En absoluto, vaya. Reconozcámoslo, a mí me gusta más un charco que a un cochino el barro. Eso es así. Lo que pasa es que no me atrevo a poner negro sobre blanco el tema de la OP porque, sencillamente, se me escapan cosas. Detalles. No lo manejo con suficiente soltura, y para expresar inexactitudes…pues oigan, que lo haga otro igual de mal.

Solo que hay quienes lo han hecho bien. Guillermo Ortiz, por ejemplo, que nos dejó un ensayito de lo más jugoso sobre el tema. Y ahora él. Jorge Quintana. Que se mete en todos los entresijos de la historia. Y lo hace, además, novelándola, que es como contarla dos veces.

Me estoy refiriendo a la muy apreciable “Pedaleando en el Infierno” (Libros de Ruta, 2019), recién salidita del horno. Nos pone los dientes largos a quienes sabemos (algo) de estos temas por ver que hay quien sabe (mucho) sobre ellos. Básicamente, como les digo, una novela. La biografía ficticia de un ciclista, los pasos desde que es un chavalín hasta que entra en la élite mundial de la bicicleta. Con todo lo que ello significa. Sí, no miren a otro lado, en su trabajo también hay cosas sucias. Pueden creerme. Y si no lo hacen…enhorabuena, lo pasaran genial el seis de enero.

Ojo, no es un relato cínico (si lo está pareciendo es más por el cinismo del crítico que por el del autor). Nada más lejos. Es, sí, realista. Y eso no es malo. Quintana fue director de una pequeña joya, un anhelo semanal que se llamaba “Meta 2000” y que los aficionados devorábamos como incunable en tiempos donde el internet era cosa de las pelis. Vamos, que se ha movido en el mundillo. Y eso se nota. Detalles, cositas. Sobre las carreras, la organización, los mismos entrenamientos. También, claro, en el tema del dopaje. Que no es el central del libro, igual que no son las trampas el eje definitorio de un deporte. Pero existen, y al final resultan tan llamativas…

Igual pasa en “Pedaleando en el infierno”.

Así que, oigan, no se lo piensen. Si les gusta lo de los pedales y dan las gracias con fuerza a amigos y familiares la mañana de Reyes. Si están entre quienes piensan que la verdad nunca es mala por sí misma, sino en atención al uso que hacemos de ella. Y si les gustan las novelas de intriga, aunque no haya muertos (afortunadamente) ni búsquedas de reliquias sagradas (lo del maillot amarillo lo dejamos para la segunda parte) tienen aquí lectura sustancial. Prometido.

Ah…si logran desentrañar algunos personajes que aparecen en el libro y ponerles nombres reales…háganmelo saber. Jorge no suelta prenda, el muy taimado…

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Marcos Pereda (Torrelavega, 1981) es escritor profesor. O al revés. Ha publicado "Arriva Italia" (Popum Books, 2015) y "Periquismo. Crónica de una pasión" (Punto de vista, 2017). También asoma la cabeza por medios de comunicación, de los mainstream y de los raros. A veces le han dado algún premio, pero tiene mala memoria para esas cosas. Le gustan el café y las tildes diacríticas.