Parece que todo está ya inventado, sobre todo, en lo que se refiere a la cultura. Por eso, cada vez más, los autores y artistas actuales copian u “homenajean” a los grandes de épocas anteriores a la hora de crear series, películas y libros. Estamos de vuelta de todo y pocas cosas pueden ya sorprendernos. En mi caso, por ejemplo, como fan acérrima del cine de terror y de los libros de misterio, dos de los géneros en uno y otro arte que peor parecen envejecer, cada vez cuesta más que me sorprendan, que una película de terror me haga pasar miedo de verdad o que el giro final de una novela negra me impacte. Conseguir eso, una conmoción real hoy en día, con tantos recursos a nuestro alcance, es casi imposible. Sin embargo, hay autores que de algún modo consiguen escribir una obra novedosa con una visión diferente sobre temas tan manidos. En este grupo incluiría la última novela que he leído, No cerramos en agosto de Eduard Palomares.
«Sin embargo, hay autores que de algún modo consiguen escribir una obra novedosa con una visión diferente sobre temas tan manidos. En este grupo incluiría la última novela de Eduard Palomares»
No cerramos en agosto nos cuenta las andanzas de Jordi Viassolo, un joven de 25 años que acepta un trabajo de verano como becario en una agencia de detectives privados. Su labor, en principio, consiste únicamente en mantener el despacho abierto y actualizar la página web de la agencia. Sin embargo, casi sin darse cuenta de cómo, aceptará llevar un caso de desaparición que poco a poco se irá complicando hasta verse envuelto en algo mucho más complicado con asesinatos, palizas, fraudes inmobiliarios…
Eduard Palomares ha escrito una obra que con una premisa sencilla engancha desde la primera página y, lo que es más importante, a pesar de lo visto que está todo, ha conseguido una obra original que se aleja de los estereotipos clásicos del género gracias a un ambiente veraniego —sol, playa, fiesta, turistas…— totalmente alejado de los típicos ambientes oscuros, turbios y opresivos de la novela negra y, especialmente, gracias a un protagonista que no tiene nada que ver con los que estamos acostumbrados a ver en este tipo de libros. Jordi Viassolo es un chaval sencillo, inocente, torpe, lleno de sueños, puro y muy real. Es cualquiera de nosotros cuando recién graduados tratamos de meter la cabeza en el mundo laboral, creyendo que es tal y como siempre lo imaginamos, hasta que nos damos de golpe con la realidad y nuestra pequeña burbuja explota permitiéndonos conocer de primera mano lo que es y cómo funciona el mundo en verdad.
«No cerramos en agosto es una novela negra porque se presenta un misterio y hay un protagonista que trata de desvelarlo, sin embargo, es también una crónica realista de lo que es ser joven en estos últimos años»
No cerramos en agosto es una novela negra porque se presenta un misterio y hay un protagonista que trata de desvelarlo, sin embargo, es también una crónica realista de lo que es ser joven en estos últimos años: la casi imposibilidad de independencia debido a los alquileres que están por las nubes y a trabajos temporales y mal pagados y la incertidumbre que esto conlleva, especialmente, en grandes ciudades como la otra protagonista del libro: Barcelona. El autor hace un recorrido por los diferentes barrios de la ciudad condal y por sus problemas: la delincuencia, el elevado contraste entre los barrios pobres y ricos y la gentrificación, uno de los términos más empleados actualmente para designar al proceso de transformación que están viviendo las grandes capitales mundiales debido, entre otras cosas, a la masificación del turismo, lo que lleva al desplazamiento de la población original y de los pequeños comercios de los núcleos urbanos para dar paso a una horda de turistas y de grandes cadenas, hostales y hoteles para acogerlos.
Por algún motivo, la novela negra siempre se ha visto relegada a un segundo plano como género menor. No son pocas las personas que la consideran un mero entretenimiento con escaso o nulo calado social, pero se equivocan de pleno, ya que son muchas las novelas conjugan a la perfección esa parte más ligera y de esparcimiento, con otra de más peso en la que profundizan en algunos problemas graves de la época en la que fueron escritas.
No cerramos en agosto funciona, por tanto, como novela de misterio y como relato social de esta época posterior a la crisis económica, lo que la convierte en una novela muy completa y perfecta para este tiempo estival para aquellos a los que no les apetece leer algo demasiado sesudo, pero quieren una novela diferente y con cierta hondura con la que sentirse, en cierto modo, identificados.