En Cantabria tenemos una tradición. Navideña. El travesero, lo llaman. Consiste en encender un tronco grueso, uno de esos que cuesta prender. La idea es que esa llama no se apague nunca hasta consumir toda la madera. “Si se apaga el travesero habrá muertos en enero”, dicen aquí. Ya ven, somos tipos optimistas. Las pequeñas ramitas que salen del cuerpo principal, por cierto, hay que sacarlas justo antes de que se chamusquen del todo, porque son mano de santo contra las tormentas. ¿Empieza a caer granizo y usted, honrado habitante del agro, teme que se le vaya a tomar por el culo la cosecha? Pues nada, coge una de esas ramas, juega con ella a que es una cerilla y deja que transmute en cenizas. Verá cómo los pedriscos ya están lejos, ¿a que sí?
«Viene esto al hilo de un libro maravilloso que he leído recientemente. Se titula “Navidades paganas”, y está editado por la muy interesante Hermenaute»
La cosa tiene un tufillo pagano que tira para atrás, porque en esta tierra siempre hemos sido muy brutos para lo de sincretizar. Desde lugares hasta fiestas, pasando por decoraciones solares. Una locura. La misma que ocurre en otros sitios, no se piensen, solo que yo les hablo de lo que mejor conozco.
Viene esto al hilo de un libro maravilloso que he leído recientemente y que es una delicia de ritos, viejos conocidos y sorpresas modernas. Se titula “Navidades paganas”, y está editado por la muy interesante Hermenaute, editorial que trabaja la gozosa fusión entre la cultura alta y lo más freak. Ya ven, cómo no gustarnos, ¿verdad?, si es que dan ganas de abrazarles…
Que la navidad es una reinterpretación de ciertas ideas paganas pasadas por un tamiz ultracapitalista es algo que todos tenemos claro, ¿no? Entre otras cosas porque quien más o quien menos conoce a un amigo plomo que le va a poner la cabeza retumbando desde el Puente de la Constitución con sus posiciones morales frente a estas fiestas, que son las únicas, las auténticas, las sacrosantas, las puto más mejor, joder ya. Que no entendéis nada, iconoclastas. Bueno, pues en esa línea (en lo de los orígenes, digo) va el título, solo que con más erudición y algunos aspectos concretos de lo más interesantes.
(Uno de ellos es la transcripción exacta de un párrafo escrito por Ayn Rand, fácilmente una de las figuras más perniciosas del pensamiento durante el siglo XX. Les voy a ahorrar su contenido, por si acaban de comer o no son unos chiflados de manual. Pero apunten el nombre. Ayn Rand. Les prometo que se va a poner más y más de moda en el mundo político de aquí a poco tiempo).
Aclaro que a mí me suelen gustar las navidades. Hace frío, hay regalos, los niños van por la calle con expresión de feliz avaricia y normalmente salen dos o tres días que quedas con los amigos y la cosa acaba en antruido. O parecido. Como debe de ser, porque si tuviera que quedarme con una única enseñanza de este “Navidades paganas” sería con el hecho de que la bebida embriagante es fundamental en el mito indoeuropeo. Indispensable. Vamos, totalmente obligatoria.
(Bromeo, evidentemente. O, al menos, exagero).
No, si algo me sorprendió en el libro es el cambio que ha experimentado la Navidad. De fiesta adulta, amenazante, incluso aderezada con figuras monstruosas, a lo de hoy. Santa Claus acompañado por pequeños duendecillos que no hacían cosquillas a los niños malos, sino que los secuestraban y a saber qué otras cosas más horribles. Los krampus de enormes cuernos. Incluso la humanización del propio espíritu navideño, con sus aviesas intenciones y su aire de fantasma blanco. Que viene para iniciar el período de más frío. El más duro. Aquel del cual no sabes si podrás salir con vida. Bien distinto al Papa Noel y los Reyes Magos. Al final resulta que quienes mejor entendieron estas fechas fueron los guionistas de “Futurama”…
«Si algo me sorprendió en el libro es el cambio que ha experimentado la Navidad. De fiesta adulta, amenazante, incluso aderezada con figuras monstruosas, a lo de hoy»
De todo esto se habla en esa obra. Yo he aprendido un montón, porque además está escrita con un puntito de mala leche y eso siempre lo agradezco. Y, ¿saben otra cosa? Es perfecta para memorizar algunos datos concretos y soltárselos a su cuñado en la cena de Nochebuena. Que se joda. Porque esa, y no otra, es la mayor tradición navideña.
Las broncas
Fun, fun, fun.
- Título: Navidades Paganas
- Tapa blanda: 228 páginas
- Editor: Hermenaute (2017)
- Idioma: Español
- ISBN-10: 8494769316
- ISBN-13: 978-8494769313