Qué seriamos sin la curiosidad, sin la necesidad de revolver y analizar todo lo que nos ronda por la cabeza. ¿Acaso existe algo más alentador? María Beleña (Valencia, 1985) desarma en Cáscara (Luces de Gálibo, 2020), su primer poemario, aquellas cuestiones que se entroncan entre las vértebras de su columna. En su esperado debut, la periodista y escritora crea un flujo continuo entre un exterior inhóspito y un interior plagado de pulsiones. Nos lleva hasta el límite de la palabra para exprimir cada sensación y rociarnos con sus dudas. Como si de una maestra del claroscuro se tratase, Beleña juega hábilmente con las luces y sombras dotando a los poemas de una autenticidad característica de su propio estilo. Estas peripecias solo confirman que la poeta ha creado una obra rica e inteligente que estimula a las papilas gustativas más exigentes.  
La autora de origen valenciano ha aparecido en las antologías Poesía y harragas (XXI encuentro de poetas en Moguer) y Poesía viejoven (Versátiles Editorial). También crea videopoesía, cuya influencia se aprecia en las imágenes tan nítidas que plasma sobre el papel. Cáscara es un jugo dulce y amargo, una fusión de sabores, que ahora María Beleña nos brinda para degustar.

 

Tras varios años moviéndote en círculos poéticos, apareciendo en antologías y creando videopoesía, te lanzas con tu primer poemario, Cáscara. ¿De dónde nace el amor por este género? ¿Cómo fueron tus inicios?

La analogía más visual sobre mi relación con la expresión artística es la del árbol inclinado en busca de luz para alimentarse. Me es imposible detectar una temporalidad. Podría hablar de lo contrario, desde la falta del recuerdo me amparo en esa lentitud que requiere la observación de lo que nos rodea, un sentimiento más al que entender. En mi caso es extremo.

 

Háblanos de tu proceso de escritura. Muchos autores se imponen rutinas o necesitan escribir en un lugar concreto. ¿Cómo es en tu caso?

Me siento muy poco capacitada para hablar del proceso como tal, puesto que lo entiendo desde el derrame, la incomodidad, el exceso, las cargas acumuladas, hasta que ese descontrol se autoordena desde cada sesgo. Somos un canal de instintos solitarios, de prioridades, es una lenta formación natural, como dice José Ángel Valente, cita con la que parte cáscara.

Concibo el proceso desde una construcción infinita, inevitable, para mí lo más importante es desmantelar lo que pueda crear curiosidad. A partir de aquí se generan ángulos en continua y profunda búsqueda, desde la admiración por la trascendencia y el transcurso de arrastre, hasta la posibilidad de desencuentro. Lo que puedo afirmar es que es indivisible, siempre estoy edificándome, concibiendo, preguntándome, buscando respuestas en lecturas, ahí fuera y aquí dentro.

“Para mí lo más importante es desmantelar lo que pueda crear curiosidad”

En tu poesía encontramos referencias constantes a la mitología (Artemisa, Eros), a la filosofía (Debord, Antístenes) o a la pintura (Botticelli, Kooning). En cuanto a la literatura, ¿quiénes dirías que son tus principales influencias?

Si especifico, tomaría una postura algo farsante, puesto que me sentiría culpable por tomarme el derecho de marginar. Leo desde literatura de la época arcaica a los silencios fugitivos de la metapoesía. Para mí hay una gran distancia entre las lecturas a las que acudes siempre, a la influencia que en un momento concreto puede inspirarte, más allá de capacitarlo de ilustre. Si me baso en la evidencia, todas las citas y referencias que conforman cáscara han causado cierto poder de exorcismo en mí.

 

Cuéntanos un poco cómo surgió Cáscara. ¿Desde un principio tuviste la idea clara y a partir de ahí creaste los poemas o nacieron como piezas sueltas que uniste al ver un nexo en común?

La lucidez o clarividencia en cuanto al corpus de los poemas son parpadeos constantes, es un proceso de habla oracular, una constitución del mientras sucede.  Clément Rosset dice que mientras nos protegemos de aquí, siempre habrá miles de aquellos.  Con esto quiero decir que sí y no. Sí te traspasa una energía que te dice, mientras el tiempo se dilata hasta frotarse con otros tejidos, otro exterior. Cuando empieza a vibrar, como placenta que has sido de él, notas cuándo es el momento de que sea libre, ajeno. Alejarse y tratarlo como artefacto es esencial, desde mi experiencia, para encontrar el equilibrio. No puedo obviar lo esencial del trabajo riguroso que conlleva la escritura.

El poemario está dividido en dos partes: exocarpio y mesocarpio. Podemos ver que en la primera parte, exocarpio, te enfocas más en lo aparentemente visible; ciudades quebradas o amazonias industriales, los astros, las envolturas que debemos olvidar, el deseo sometido al contorno. En cambio, en mesocarpio ahondas en el malestar propio, la indigestión que provoca no encontrarse a una misma, y sentencias que el amor es masoquismo o que exponerse no es existir. ¿Qué querías mostrar con esa separación entre temáticas?

Exocarpio es la parte del pericarpio que protege el resto del fruto del exterior, a su vez, el pericarpio es la parte del fruto que recubre la semilla. Desde este hilo argumental, los poemas de exocarpio son la protección, lo que se preserva, el escudo, resguardarnos del exterior, del mundo, cegarnos, autoengañarnos. Pretendo ahondar desde ese afuera con un tono más sobrio, entramado, con ritmo desarticulado y silencios. Abundan los elementos despojados de florituras, donde deseo potenciar su legibilidad por sí solos para no interferir, huyendo de un posible solipsismo donde el sujeto pensante no afirma ninguna existencia salvo la suya. Tampoco participo de manera explícita, sino desde la impersonalidad.

Mesocarpio es el óvulo fecundado, al igual que el exocarpio, se construye por multitud de células visibles, suele ser la parte más dulce del interior del fruto. El espacio fértil, el amor en toda su expansión: el lamentado, el impuesto, el deseado, el conmovido, el propio, el padecido, el encontrado, el descuidado, el origen, la vulva desde donde parte el resto de pulsiones vitales.

La estela de células que se modifican con cada afecto desde antes de haber nacido, el dolce stil nuovo del Purgatorio, los librepensadores, la armonía entre el nosotros y la naturaleza.

Reivindico desde el feísmo impuesto por el concepto estético occidental. Equiparo a todo ser, por el hecho de ser y cohabitar como un igual. En estos poemas me sumerjo hablando en primera persona, aparezco con el vientre desgarrado, vislumbrando cada víscera sin pudor, la presencia de la debilidad del ser humano y su incomprensión, y días como gotas, como pesadas gotas pasa el tiempo pero no cambia, esta cita de Herbert entrama los poemas, lo mundano de nuestra condición y la imposibilidad de mejorar en ese efecto de aparición y desaparición que somos, con angustia y lamento.

Llegando al final del libro mencionas una filofobia: miedo irracional a amar. ¿Cómo afecta ese temor al concepto sobre el que se forja el poemario?

El temor es una de las emociones más primarias y bravas, para mí es imposible tamizar la relación entre amar y la turbación. A veces, siento que el círculo se cierra cuando encuentro la respuesta en el pasado, como sucede con los traumas. Fobos en la mitología griega significa miedo, en la Ilíada es el hijo de Ares y Afrodita. La dicotomía entre la guerra y amor. Cáscara es esta contradicción, el hecho inherente de nuestra existencia, la dificultad de encontrar la satisfacción plena, aprender a redirigirnos a la delicadeza, aunque sea tremendamente oscura. Esta afectación dual, buscar el orden que oculta el mundo, el harapo que también es necesario y bello.

 

“Cáscara es esta contradicción, el hecho inherente de nuestra existencia, la dificultad de encontrar la satisfacción plena, aprender a redirigirnos a la delicadeza, aunque sea tremendamente oscura”

Unos versos que estremecen nada más leerlos son los siguientes: duele la marca del bozal / justo donde muere la voz / de qué sirve la forma de un cuerpo. ¿Qué hay detrás de ellos?

Hablo de sumisión, de incapacidad, de cierto pesimismo ante el poder muerto de la herramienta, la posibilidad, el instrumento desarticulado. El nosotros lo asumo como una dependencia supeditada por insignificancias que hoy son poderes sociales, políticos, económicos. A la espera de un ciclo renovador, aunque estemos rodeados de condiciones, de errores persistentes y luchas internas. Aspirar a la simplicidad que debería ser esencialismo, tierra, convertirnos en seres más animales, sin pretensiones. En este poema mis pulsiones desaceleran, se desprenden anatómicamente para sentir la angustia del resto.

 

Tu poesía está plagada de contrastes. ¿Juegas con el lenguaje hasta lograr el efecto deseado? ¿Cuándo das por terminado un poema?

El entramado intertextual y simbólico lo enfoco al interior para el interior, busco respuestas en el entorno desde la problemática de mi yo individual. Por otro lado, el yo poético también toma espacio contemplativo, aunque no siempre lo sienta como mío, soterrado en la inquietud. El espectro siempre es una presencia reflexiva.

En cuanto a sentir que un poema se cierra, afirmo que no depende solo de mis capacidades, sino de otra sensación menos reconocible pero, contradictoriamente, muy pura, muy bulbo, el ensanchamiento de lo que no percibo con la razón.

 

Nos gustaría contar con alguna recomendación tuya. ¿Qué estás leyendo ahora?

Estoy leyendo La salvación de lo bello, de Byung – Chul Han. Se trata de un ensayo desde una mirada filosófica muy lúcida. Enlaza los fenómenos de la sociedad contemporánea, en este caso, de la percepción que tenemos sobre la belleza, con argumentos justificados en base a referencias de, por ejemplo, Theodor Adorno, Edmund Burke, Roland Barthes o Simone Weil. Señalaría estas palabras que se tejen a la perfección con el dolor y la resistencia de cáscara: La sociedad elimina la negatividad de la herida, se evita cualquier intervención costosa que conduzca a una vulneración.

Ahora que ya has publicado Cáscara, ¿estás inmersa en otro proyecto? ¿Te lanzarías a probar con otros géneros?

Sí, en estos momentos estoy dejando enfriar un nuevo poemario. Durante su alineación necesito desarraigarme durante un tiempo para que germine sin mi presencia. No le exijo tiempos ni urgencias. Son incisos que se repiten, propios de la evolución del libro, algo así como una disociación, Cuando sienta que debo volver me lo dirá y acudiré a retomar la relación de intimidad, de desprendimiento, de magulladura.

En cuanto a probar otros géneros, ni me lo planteo ni lo descarto, si sucede, ese empujón lo acogeré hasta caerme al suelo, obedeciendo a la nueva declinación, al nuevo estado doloroso.