Quizás porque los libros vencen la muerte. Quizás porque toda esa oferta de mundos alternativos brinda la posibilidad de vivir más allá de uno mismo. Quizás porque, en una ciudad como Boston, donde gran parte del año hace tanto frío, son un refugio. Quizás por el olor de las hojas y las estanterías y las palabras engañosamente domesticadas. Por eso y vaya a saber cuántas cosas más, las librerías fascinan como ningún otro lugar – dónde, si no, va uno a encontrar la posibilidad, de bolsillo o de tapas duras, de que le cambie la vida para siempre, que de pronto uno visite un lugar o un tiempo que nunca le habrían correspondido si no fuese por esa inauténtica autenticidad: fingimientos fieles a lo que retratan, a lo que mienten sin fraude, sin malicia; verdades disimuladas. Quizás por ello entremos a las librerías. Aunque no haya intención o posibilidad de comprar un libro.

«Quizás porque las librerías son una suerte de lenguaje arcaico: por ello ingresamos en ellas aun sabiendo que el idioma de los tomos no coincidirá con el nuestro»

Quizás porque las librerías son una suerte de lenguaje arcaico: por ello ingresamos en ellas aun sabiendo que el idioma de los tomos no coincidirá con el nuestro. En los lomos, en el silencio que parece magnificado por la acústica de las páginas, por la veneración de quienes caminan sus pasillos, allí, yace un susurro que fue codificado aún antes de escribir el primer símbolo, y que tiene que ver con el asombro ante lo que nos trasciende.

Quizás por una debilidad por confeccionar listas, no sólo como una forma breve (¿desesperada?) de la memoria, sino como una rúbrica del deseo – es decir, una reafirmación de futuro, de nuestro afán inútil de perpetuación, de prometernos un mañana. Listas que, en este caso, son la enumeración de coordenadas para un posible itinerario por una ciudad dada.

Por ejemplo, Boston, o el gran Boston, donde sin duda, las más sobresalientes son las librerías de viejo, donde es posible encontrar una variedad de libros usados a módicos precios, así como también, en algunas de ellas, onerosos tesoros.

 

Al sur del río Charles

Los paseos no precisan más que la decisión de emprenderlos y el capricho de elegir el punto de partida y el de llegada y, acaso, un camino o unas etapas intermedias.

Así pues, en arbitrario deambular, partiremos de la Commonwealth books, localizada en calle más vieja de Boston (circa 1630, según su web), un pasaje que evoca secretismos y misterios, se encuentra esta pequeña y abarrotada librería en la que no es descabellado imaginar la existencia de algún antiquísimo libro prohibido – una suerte de Necronomicon.

 

En esta librería se pueden encontrar desde manuscritos medievales, primeras ediciones de autores modernos, mapas antiguos, grabados de los 1600 hasta los 1940, hasta libros de bolsillo de misterio. Particularmente interesante son sus secciones de anticuario y de libros de arte y de historia.

Muy cerca de allí, también en el centro, pero en el distrito de los teatros, se encuentra Brattle book shop, que se presenta como una de las mayores y más antiguas librerías de usados de Estados Unidos. Fundada en 1825, consta de una planta baja y un primer piso donde se ofrecen libros usados y agotados de ficción, poesía, filosofía e historia, principalmente. En la tercera planta se exponen libros antiguos, de coleccionista y primeras ediciones; además de mapas, cartas originales y fotos autografiadas entre otros objetos valiosos.

«Muy cerca de allí, también en el centro, pero en el distrito de los teatros, se encuentra Brattle book shop, que se presenta como una de las mayores y más antiguas librerías de usados de Estados Unidos»

Atravesando el barrio chino, hacia el sur, nos adentramos en un tranquilo barrio de viejas construcciones de ladrillo reformadas y de nueva construcción, a escasas calles del barrio chino, donde se encuentran numerosos lofts y galerías de arte y diseño. Se trata de un área que fácilmente podría confundirse con la zona de Rudolfkiez en Berlín, donde las recientes avenidas anchas aún no han tenido tiempo de inventarse una identidad propia. Aquí está ubicada Ars Libri, que se ofrece colecciones enteras de libros usados, antiguos y descatalogados de arte, historia del arte, arquitectura, arqueología y fotografía – principalmente en inglés, francés, alemán e italiano -, así como también ejemplares individuales. Según la librería, esta es una fuente para estudiosos, coleccionistas, artistas y todo aquel interesado en las artes visuales de todo el mundo. 

Antes de dejar Boston, mencionaremos dos librerías que no comercian ni con lo usado ni con lo antiguo. La cadena Barnes & Noble, situada en el Prudential Center, en la zona de Back Bay, donde también se encuentra Trident Booksellers – una librería con cafetería o una cafetería con una librería adosada, donde se impone el aroma de las bebidas y la comida por sobre el del papel.

Café con librería o librería con café, donde el aroma a comida se impone por sobre el del papel – y los notebooks y laptops por sobre las conversaciones. Una oferta nada despreciable de ficción. Pero uno no termina de sentirse del todo en una librería, como si el espíritu estuviese alterado por el de los cruasanes.

Ahora sí, atravesaremos el Boston Public Garden hacia a la Charles Street, en el histórico barrio de Beacon Hill, con sus edificios de ladrillo y la tenue iluminación de sus lámparas a gas, hasta el puente Longfellow, a través del cual cruzamos a Cambridge

 

Al norte del río Charles

Dejando la ciudad de Boston detrás, entonces, y cruzando el río Charles, se encuentra Cambridge, asiento del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y de la Universidad de Harvard.

A mitad de camino entre Harvard y el MIT, en Central Square, está Rodney`s bookstore, cuyo lema es “los libros son sólo el principio…”.  Y es cierto, porque también se venden allí otro tipo de cosas, como carteles, calendarios, cuadernos y tarjetas de arte. Hasta pequeños títeres para dedos del Perú.

«Andando un poco más se llega a la plaza Harvard (Harvard Square) donde se está la emblemática librería Coop – que también cuenta con una sucursal en el campus del MIT»

Dirigiéndonos hacia el oeste, llegamos al campus de la universidad de Harvard, frente al cual se encuentra Harvard Book Store que, puede decirse, son dos librerías en una. En la planta baja se ofrecen libros nuevos, mientras que en su sótano hay libros usados. Del otro lado del río, pero en Brookline, en el gran Boston, hay una librería similar, Brookline Booksmith. Aunque esta tiene una oferta mucho más breve de libros nuevos.

 

Andando un poco más se llega a la plaza Harvard (Harvard Square) donde se está la emblemática librería Coop – que también cuenta con una sucursal en el campus del MIT.

Esta librería, cuya misión es, de acuerdo con su web, servir a las comunidades de Harvard y el MIT como una cooperativa, se fundó en 1882 en una residencia de estudiantes de la primera universidad. Desde 1906 se encuentra en su localización actual en la mencionada plaza. Cuando en 1916 el MIT se mudó de Boston a Cambridge, la Coop fue invitada a establecer una sucursal en su campus.

La sucursal más conocida es, justamente, la de Harvard. En ella se encuentra una nutrida sección de ficción, así como de filosofía, historia y sociología. Es de destacar su sección dedicada a bibliografía científica.

No es raro encontrar en el primer piso, que rodea como un balcón a su hall central, a personas leyendo y realizando anotaciones, lo que le da un cierto aire de biblioteca.

Es sin duda una de esas librerías donde el tiempo parece separarse del espacio; al menos, del espacio que queda del otro lado de sus puertas.

A una calle de distancia de la Coop, en el 23 de la calle Church, se encuentra Raven used books, librería de usados que se especializa en libros de texto universitario, tanto de filosofía, historia, religión, crítica literaria, como de ciencias.

Es, quizás, un buen lugar para concluir la andadura.

 

Hay otras librerías, claro. Pero siempre, en las listas, algo queda fuera. Probablemente, mucho. Quizás esto sea excusa para formular una segunda lista. Y una tercera. Y así sucesivamente; siempre tendiendo a algo que nunca se alcanzará.

Quizás.