Si me preguntaran con qué persona del mundo editorial me gustaría tomarme unas cañas o cenar distendidamente, la respuesta seguramente sería Jorge Herralde. Y es que el motivo no es algo menor: Anagrama –la editorial que tantas baldas ocupa en mi despacho– cumple 50 años. No en vano han editado un libro titulado Un día en la vida de un editor, y otras informaciones fundamentales, que como el propio autor define resultará “muy interesante para muy pocos”.

Extrañísimo me resultaría que el amable lector de esta columna no conociera esta editorial con colecciones como “Panorama de narrativas” o “Narrativas hispánicas” pero debo confesarles que si he seguido siendo lector después de las lecturas juveniles es gracias a Anagrama.

Durante los primeros años de libertad universitaria descubrí con Anagrama al gran Truman Capote, Jack Kerouac, Seda, de Baricco, La conjura de los necios, Trainspotting, Alta fidelidad, Paul Auster, entre muchos otros títulos y autores que conformarían mi imaginario lector en mis veinte. Recuerdo con cariño Intimidad, de Hanif Kureishi, que también fue otro artefacto literario explosivo que dejó un enorme poso en mí.

Después llegaría Chirbes, de quien me declaro fan incondicional tras su monumental Crematorio y En la orilla. Tras Chirbes y el surgimiento de otras editoriales independientes perdí un poco la pista a Anagrama hasta hace poco, con nuevas voces potentísimas como Sara Mesa, Marta Sanz, Leila Guerriero, o Kiko Amat. Mención especial merece la multicolor colección de Compactos, que fue el destino ineludible de mi exigua paga semanal durante varios años.

Descubrimos en este compendio monumental de Herralde a un editor incansable, tenaz y con un olfato que ya muchos querrían de lejos. Asistimos con él al relato de la fundación de la editorial con la línea de ensayo antifranquista, al desencanto posterior y los años duros de la primera crisis del sector. Don Jorge prosigue en este libro con un anecdotario de encuentros, visitas a ferias internacionales, manifiestos por la cultura y demás memorabilia editorial hasta la venta de la editorial al grupo italiano Feltrinelli y la toma del mando editorial por Silvia Sesé.

Pese al extenso volumen del libro resulta extremadamente interesante conocer los pormenores de los fichajes editoriales, discursos de aceptación de premios o las fotografías a todo color con lo más granado de la literatura mundial.

En definitiva, se trata de un texto para leer pausadamente sobre un editor y una editorial que han sido y siguen siendo un ejemplo de libertad, eclecticismo, y descubrimiento de nuevas voces en nuestro idioma y en otros. Desconozco si la vida me brindará la oportunidad de tomarme una caña con Don Jorge Herralde pero lo que es seguro es que los momentos de lectura que he tenido con sus libros son impagables y ya con eso me doy por satisfecho. ¡Y no os olvidéis de leer a Raymond Carver!