Pilar Ruíz es muchas mujeres en una sola mujer. Es directora de cine, y guionista, también practica un periodismo personal y afilado. Sarcástico. A mala hostia, algunas veces, porque Pilar, si se pone, parece una polémica con patas. Ah, y escribe. Novelas. Novelas como esta, no se vayan a sorprender, sabían por dónde iba a terminar el razonamiento. Y como Pilar es muchas mujeres se ha sacado de la manga una historia donde salen, también, varias mujeres que, a lo mejor, son una sola. O lo parecen. O se miran en los espejos, vaya, que siempre te devuelven una imagen verdadera (y múltiple) pero, a la vez, ligeramente distorsionada (y única), como si en ese otro mundo el yo fuera menos yo. Algo así. No me hagan mucho caso.
«Pilar Ruíz es muchas mujeres en una sola mujer. Es directora de cine, y guionista, también practica un periodismo personal y afilado. Sarcástico»
El caso es que la nueva obra de Pilar (que, por si no se han dado cuenta a estas alturas, es bastante amiga mía, aunque la siguiente crítica resultará totalmente profesional, porque soy un ser insobornable en afectos y peculios) se titula, precisamente, “El Jardín de los Espejos” (Roca Editorial) y tenía muchas cosas para gustarme así, a priori. Que transcurre en Cantabria, por localizaciones que conozco como la palma de mi mano. Que sale el río Pas, y los sobaos, y hay vacas frisonas (también algunas más pequeñas, de color marrón rojizo), bosques con tejos y robles, tardes de verano en las que, oye, una chaquetita no sobra. Sí, todo eso me llama, claro.
También lo otro. Él. Sobre todo él. El Monte Castillo. La vertiente que se ve en Puente Viesgo del macizo del Dobra, ese picacho paradójicamente telúrico (su nombre viene a significar “montaña con muchos cursos de agua”) que yo veía cada día desde mi casa. Algo casi visceral, ya ven. Allí, en el Monte Castillo, hay túmulos neolíticos, restos de fortificaciones prerromanas, caras misteriosas esculpidas en las rocas (hasta que te enteras que no tienen ni cien años y las hicieron en plan gamberro, pero no dejen que la realidad les joda una buena historia). Hubo, también, altares a dioses paganos que se llamaban Erudino (vaya nombre, colegas, como para no ser un dios de la naturaleza). Y hasta cuentan que por sus brañas murió el último ojáncano a finales del siglo XIX, pero yo creo que eso es mentira, y que algún otro quedará por ahí. Ah, y cuevas. Hay cuevas. Muchas. Pintarrajeadas aquí y allá con las muestras más antiguas de arte rupestre que conocemos en todo el mundo. Así, sin medias tintas. Nada menos. Ese Monte Castillo ha sido considerado mágico por los seres humanos (o por nuestros primos los neandertales) desde hace 40.000 años. Ahora no me enarquen las cejas… el sitio tiene que ser especial por cojones.
(También tiene una subida asesina para la bicicleta que llaman Pico de la Capía. Hace tiempo me pegué una buena hostia bajando por allí, así que el picacho tiene significación aun más especial para quien escribe).
Ya me dirán ustedes si el paisaje no merece la pena como marco narrativo. Sumen toda la tramoya. Un ferrocarril que ya no existe. Un balneario en el que se reunían condes y condesas, golfos y golfas, durante los años 20. Y leyendas. Mil. Porque en los pueblos anochece antes, y las madrugadas son más negras, y a veces se escuchan sonidos raros que vienen del bosque, y encuentras huellas en el camino que hay cerca de donde duermes. No es la capital, vaya. Todo eso lo agitan y te queda una cosa de lo más pinturera.
«…si esperan algo mascadito, una novelilla ligera como la leche desnatada que podría entender hasta un tronista viceverso… pues miren, no»
No les pienso contar nada del argumento, porque eso sería una horterada (o un tráiler de nuestros días), y yo no llevo sandalias con calcetines. Solo les diré una cosa. Bueno, dos. La primera es que hay una metáfora interna sobre la evolución de la imagen durante los último cien años que a mí me gusta mucho (o que he entendido mal, vaya, todo pudiera ser). Lo otro… en fin, que la autora les va a tratar con respeto intelectual (igual que hago yo, albricias). Vamos, que si esperan algo mascadito, una novelilla ligera como la leche desnatada que podría entender hasta un tronista viceverso… pues miren, no. Y menos mal. A veces hay que pensar, porque varias historias se cruzan, y en unas encontramos claves (o rastros, o guiños) de las demás. Pero pensar es bueno, pensar es la auténtica salud, el bienestar. Además rejuvenece y va genial para el cutis.
Pues eso, que en la novela hay un tipo grandote y de pocas palabras, y a mí me gustan mucho los tipos grandotes y de pocas palabras, porque yo soy así, solo que hablando siempre demasiado. Hay también cabareteras (Pilar podría sacar una cabaretera hasta en la autobiografía de San Ignacio de Loyola), trasgos buenos y ogros malos, quesadas recién hechas y olor a petricor por la mañana, cuando los valles se desperezan y algunos ríos recuerdan, perezosos, que deben volver al trabajo. Hay un toque a crestas que rumorean (en inglés lo llamarían, no sé, wuthering heights), solo que aquí los caballos son grandes y dignos, no como los ridículos ponis de Heathcliff. También pueden ustedes encontrar viejas brujas, y una de las colecciones más extensas y completas de insultos que yo recuerde (insultar bien es cosa muy elegante). Incluso tenemos momentitos de “Menosprecio de Corte y alabanza de aldea”, que también era montañés Fray Antonio de Guevara (y bastante más golfo de lo que indica el “Fray”). ¿Saben qué decía el tal Guevara? Que en su pueblo los ancianos tenían cuenta más larga con el tabernero que con el médico. Qué chispa, el cabrón.
Pues eso, que se dejen mecer por este jardín que espejea entre nieblas y pomares. Van a pasar un rato fenomenal y se les van a meter en los huesos unas ganas locas de venirse para Cantabria. Cuando lo hagan llámenme… conozco un montón de tascas.
Pd. Lean la primera frase de la novela, se lo ruego. Menuda hostia, directa al mentón. Solo con eso ya les debería enganchar.
- Título:»El jardín de los espejos»
- Autor: Pilar Ruiz
- Editorial: Roca
- ISBN: 9788417541088
- Colección: Novela
- Formato: Tapa dura
- Fecha de publicación: 03-09-2020