En los últimos tiempos, de forma casual o no, la apreciable Ediciones Península se ha dado un viajecito por Oriente. Libros, además, de muy distinto tono, por más que compartan el aire de no ficción periodística, que es lo que caracteriza a la casa. Perfectos para saber más de… en fin, de algo. Ya sea amable, ya sea pura tragedia.
Empecemos con la sonrisa. Xavier Moret es el clásico amigo con el que siempre queremos viajar. Conoce a todas las personas, tienes los mejores contactos, le han hablado de aquel bar tan auténtico que solo frecuentan los lugareños, chapurrea unas setenta y dos lenguas (y tres o cuatro dialectos por signos, sospecho). Súmenle dos cosas indispensables para cualquier viajero que se precie de llamarse así: cultura inmensa y una enorme, inabarcable curiosidad.
«Xavier cubre todo el espíritu japonés desde sus tradiciones clásicas hasta la más feroz contemporaneidad, indagando de esta manera en un país tan equívoco como fascinante»
Su maravilloso “Historias de Japón” es un buen ejemplo de esto, porque Xavier cubre todo el espíritu japonés desde sus tradiciones clásicas hasta la más feroz contemporaneidad, indagando de esta manera en un país tan equívoco como fascinante. Con la figura del último samurái como eje conductor (y subterráneo) del libro, Moret recorre las islas buscando arte contemporáneo, restaurantes de pez fugu y hasta templos numerados donde purificar las almas. Todo con un sentido del humor sobresaliente (ciertos destellos de cinismo irónico incluidos, con lo sanísimos que son), y mostrando, de forma empírica, una de las grandes verdades que todos los que escribimos sobre errabundez jamás debiésemos olvidar: que la mejor forma de averiguar algo es hablando con la gente. Así aunque no encuentres respuestas siempre podrás llevarte una buena historia para casa. No lo olviden. Gracias, Xavier.
El otro libro del que venía a hablarles es algo menos… alegre. No va de viajes, aunque sí de pueblos. De pueblos que se agotan, y con ellos todas sus tradiciones, toda su riqueza en folklore y etnografía. Tíbet, nada menos. “Comerse a Buda”, escrito por la periodista estadounidense Barbara Demick, y traducido por Pablo Sauras, es un testimonio directo sobre uno de esos sitios cuya existencia y condiciones manejas de forma nubosa en nuestro organigrama mental. Vamos, que se habla demasiado del Tíbet, y con frívola superficialidad, para lo que sabemos sobre ese sitio…
«Demick da voz a los tibetanos. A los que están en el exilio, a algunos que salieron para después volver. Es un relato de abandono y desgarro…»
Demick da voz a los tibetanos. A los que están en el exilio, a algunos que salieron para después volver. Es un relato de abandono y desgarro, uno donde la poderosísima metáfora que da nombre al volumen torna increíble realidad. Lean, lean, no quiero destripárselo, ¿eh? Paradójicamente es esa visión nueva, la del vencido, la de quien tiene menos voz, lo que pudiese lastrar ligeramente al conjunto, por cuando Demick solo presenta la parte tibetana de esta historia. Enriquece, porque resulta más complicada de conseguir, y además encierra biografías desgarradas dentro, pero es algo digno de advertirse… Resulta complementario (y encaja piezas que aun no sabíamos si existían o no) respecto a otras historias de la zona, eso sí. Y se lee con la misma pasión que si fuese una novela de misterio, pueden creerme.
Ya ven, paseando desde tan lejos para disfrutarlo tan cerca.