Seguro que usted no sabe lo que es el discordianismo. Porque hablo con una persona normal, más que nada. Yo no, qué le vamos a hacer. Así que se lo cuento.
«Vale, de primeras… es una religión. O un culto. O algo, aun no sé muy bien qué. Algo. Surgido en Estados Unidos, que es donde nacen todas (o la mayoría de) estas cosas tan extrañas»
Vale, de primeras… es una religión. O un culto. O algo, aun no sé muy bien qué. Algo. Surgido en Estados Unidos, que es donde nacen todas (o la mayoría de) estas cosas tan extrañas. Tiene santos como Don Quijote, Holden Caulfield, Ed Wood, o Cosimo, el personaje de “El Barón Rampante”. Ya ven, un cachondeo. Una de esas pseudo-religiones que mezclan el new age con una pátina de anarquismo barato para reírse de las iglesias “oficiales”, y que acaban convirtiéndose en cosas de posmodernos (aunque algunos hasta acaben creyéndoselo todo, porque los posmodernos somos así). Un divertimento, vaya.
El problema es cuando rascas. La historia que hay detrás. En pocas líneas, para que no se me aburran, que yo he venido aquí a hablar de mi (de un) libro…
Sus fundadores son dos profetas conocidos como Malaclypse the Younger y Lord Omar Khayyan Ravenhurst (Gregory Hill y Kerry Thornley en la vida civil). Sendos tipos interesantes, no se crean. El primero se presentaba a sí mismo como creador de uno de los primeros videojuegos de la historia. Thornley, por su parte, tenía biografía aun más intensa. Estuvo en los marines, y fue amigo de un mozo de lo más simpático. Oswald, Lee Harvey Oswald, igual les suena de algo. De hecho hasta escribió una novela sobre él (escondiendo su nombre bajo un pseudónimo). El tema de la deserción y todas esas cosas. Lo curioso es que se puso manos a la obra antes de diciembre de 1963, momento en el cual Oswald se hizo con fama mundial (de la que apenas pudo disfrutar, como todos ustedes saben). Ya ven, raro de cojones. Ah, incluso declaró en la Comisión Warren. Y luego terminó confesando a Garrison (pero qué guapísimo estaba Kevin Kostner en la peli) que durante su estancia en Nueva Orleans se reunió un par de veces con dos señores llamados Gary Kirstein y Slim Brooks. ¿Y de qué hablábais? Bueno, pues de esto y aquello. Les explique cómo podríamos asesinar a Kennedy, porque entonces yo le odiaba y tenía bastante presente todo el asunto del magnicidio. Ya sabe, charlas de bar. ¿Y volvió a ver a aquellos dos hombres? Sí, a uno de ellos sí, al tal Kirstein, salió mucho en los periódicos cuando lo del Watergate… se llamaba en realidad E. Howard Hunt y era miembro de la CIA…
Ah, Thornley acabó sus días totalmente convencido de que tanto él como Oswald habían sido usados como cobayas humanas en experimentos que buscaban comprobar el efecto del LSD sobre seres humanos. Vamos, que los habían drogado sin ellos saberlo…
Esta historia alucinante tiene aun más recorrido. Pero tampoco estoy aquí para destripársela. Ni el asunto de los discordianistas ni los otros muchos (docenas, diría) que aparecen en el magnífico “Dios ha vuelto” (Editorial Guante Blanco), escrito con buen tino y mucha mala hostia por Óscar Fábrega. Allí se analizan las creencias, religiones e iglesias más estrafalarias que han surgido en los últimos dos siglos (década arriba o abajo), desde aquellas puramente paródicas (como el pastafarismo) hasta las que son paródicas sin pretenderlo (como la Cienciología). Todo un tratado plagado de buen humor que, sin embargo, esconde (como suele pasar con las cosas que no se toman demasiado en serio a sí mismas) enseñanzas de gran calado.
«Porque aquí, y con la excusa de extraterrestres, seres venidos de las profundidades, teteras rosas, miembros de la realeza británica convertidos en entes divinos y espaguetis con albóndigas se tratan temas mucho más profundos»
Porque aquí, y con la excusa de extraterrestres, seres venidos de las profundidades, teteras rosas, miembros de la realeza británica convertidos en entes divinos y espaguetis con albóndigas se tratan temas mucho más profundos. Racismo, por ejemplo, y las formas para huir de él (que, a veces, devienen tan racistas como las ideas de aquellos que nos señalan con el dedo). O los difusos límites entre la libertad educativa y el anclaje postilustrado que toda sociedad debería tener (tampoco es que les enseñen a los niños todo Kant, pero ustedes me entienden). O, en definitiva, las ventajas de todo tipo (fundamentalmente económicas) que se derivan de haber visto marcianitos verdes un uno de enero a las ocho de la mañana (a mí me pasó hace tiempo) y después montar un chiringuito con esos recuerdos. Ya les digo, seriedad profunda revestida con una pátina de deliciosa ironía.
Así que ya saben… si quieren conocer la religión de John Rambo, los principios de la Santa Marihuana o los sitios donde se puede uno casar siguiendo el ritual Jedi este es su libro…