La aclamada autora Carmen Mola, más bien, Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz se sumergen en un nuevo y oscuro mundo con su última novela, ‘El Infierno’. En esta entrevista, nos adentramos en los entresijos de su obra más reciente, explorando los misteriosos vínculos con la historia, la violencia, y la esclavitud en el contexto del siglo XIX en Cuba. Acompáñanos en un viaje literario a través de las páginas de ‘El Infierno’ y descubre cómo Carmen Mola teje un relato inquietante que nos transporta al corazón de la oscuridad y la lucha por la supervivencia. Adéntrate en este intrigante mundo literario con una de las voces más destacadas de la literatura contemporánea

¿En qué etapa profesional os ha recibido «El Infierno»? 

En términos de etapa profesional, nos encontramos en un lugar inesperado. Francamente, Carmen Mola se ha convertido en un fenómeno de ventas, y tenemos tratamientos de gran calidad, además de una audiencia que espera con entusiasmo cada nueva novela. Estamos en un punto en el que la gente está anticipando lo siguiente que haremos. Creo que lo importante aquí es no ser complacientes, no caer en la repetición, no decir: «Vamos a hacer otra entrega de Elena Blanco» o «Vamos a seguir el mismo camino». En cambio, buscamos constantemente nuevas direcciones. Antonio menciona que nos entusiasma la curiosidad por explorar nuevos géneros y desafiar las barreras tradicionales de género. Así que, en «El Infierno», rompemos la barrera del folletín y nos adentramos en el thriller, o en novelas más góticas y casi fantásticas como la del manuscrito, saltando entre diferentes estilos literarios. En este momento, estamos enfocados en seguir disfrutando del proceso y en ofrecer constantemente nuevas perspectivas para avanzar y sorprender a nuestros lectores.

¿Puede considerarse una historia de amor? 

«El infierno» es una historia de amor, y nosotros queríamos hacer una comedia romántica, pero algunas cosas no nos han salido como comedia. Entonces, «El infierno» no es una historia de amor al estilo clásico, evidentemente. Es de Carmen Mola, lo cual no es lo mismo que una historia de amor de Corín Tellado, por decir un nombre. Con todo nuestro respeto, son distintas. Pero aquellos que la lean se darán cuenta de que es una historia de amor, pero de una manera diferente, claro.

Lo que sucede es que, debido a la trama de Carmen Mola, siempre llama la atención el hecho de que haya un trasfondo histórico. Ese trasfondo puede enmascarar un poco la verdadera historia de amor…

Bueno, en nosotros recogemos un amplio abanico de elementos, desde «La Bestia», hasta la mezcla de géneros. Mezclamos la novela histórica, la novela picaresca y la novela gótica de terror. Aquí estamos nuevamente abordando un enfoque histórico y estamos introduciendo dos géneros nuevos para nosotros. Por un lado, el folletín amoroso del siglo XIX y, por otro, el western, ya que incluimos una parte sobre los cimarrones que escapan y los cazarrecompensas que los persiguen, lo que nos adentra en el mundo del western en algunas páginas de la novela. Esto aporta un soplo de aire fresco para nosotros, mientras que la historia de amor es solo uno de los muchos infiernos que se exploran en esta novela. Aquí, los infiernos amorosos son los que prevalecen, y disfrutamos recreando el amor no correspondido, el amor correspondido pero obstaculizado por las circunstancias, la posesión amorosa no deseada, los celos y el desamor. Todos estos aspectos nos encanta representarlos.

 ¿Madrid, Galicia, Cádiz, Sevilla y…? ¿Qué los llevó a Cuba? ¿Hubo algo específico que los hizo decidir ir a Cuba?

Cuando comenzamos a escribir, sabemos absolutamente todo lo que ocurrirá en la novela, pero hay un proceso previo en el que comenzamos a idear la trama. En ese momento, nos encontrábamos en Madrid, como suele ocurrir con Carmen Mola, ya que sus historias suelen desarrollarse en Madrid con algunas incursiones esporádicas fuera de la ciudad. Sin embargo, mientras escribíamos esta novela, estábamos explorando el siglo XIX. Anteriormente, habíamos abordado el Madrid de 1834 en «La Bestia», que era un Madrid oscuro con murallas y la epidemia de cólera, pero nos dimos cuenta de que nuestra reconstrucción no era completamente fiel, aunque a la gente le gustó mucho. Luego, nos encontramos con un Madrid 32 años después, un Madrid que había cambiado por completo. Se había convertido en un parque de atracciones, con actuaciones musicales y teatro de variedades. En todas nuestras novelas, el Ayuntamiento de Madrid colocaba rombos en las calles para señalar lugares históricos, y uno de estos rombos indicaba que allí se encontraba el «Teatro de Variedades», sede de los bufos madrileños. Siempre que pasábamos por allí, nos preguntábamos qué serían los bufos. Así que un día decidimos investigar.

Descubrimos que el «Teatro de Variedades» era un lugar donde se representaban obras de comedia únicas y muy famosas en el Madrid del siglo XIX. Había un cuerpo de baile con chicas más atrevidas que las de otros teatros, conocidas como «las infantas» o «la Sole». A menudo se decía que mostraban el muslo, pero eso era un mito, en realidad mostraban la pantorrilla. En la primera obra exitosa de los bufos madrileños, llamada «El Joven Telémaco», el cuerpo de baile imitaba a diosas griegas y cantaba una canción inventada en griego que decía «Suri Panta». A raíz de esto, la gente las llamaba «las Suri Panta». Esto nos atrajo mucho y decidimos que nuestra protagonista sería una de estas «infantas», una joven frívola obsesionada con el baile, la fama y los aplausos. Para crear un contraste, desarrollamos al personaje de Mauro Mosquera, un estudiante de medicina y revolucionario que, a diferencia de ella, es serio y comprometido. Así comenzó nuestra historia.

Sin embargo, cuando analizamos la trama, nos dimos cuenta de que no podíamos mantenerlos siempre juntos, casados y felices. Necesitábamos separarlos. ¿Cómo logra Carmen Mola separar a la gente común? A través de sangre y asesinatos, involucrándolos en un evento luctuoso. Entonces nos planteamos a dónde debían huir, y comenzamos a considerar diferentes lugares. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que el mejor lugar para situar la historia en ese momento era Cuba. De hecho, el primer tren en España se inauguró entre La Habana y Matanzas. Cuba no era solo una colonia, sino una provincia de España en ese momento. Así que nos aventuramos en Cuba. Pero una vez en Cuba y mientras desarrollábamos la historia de amor, nos encontramos con el tema de la esclavitud, ya que en esa época, la mayoría del mundo ya había prohibido la esclavitud, pero España la mantenía en Cuba. Comenzamos a explorar esta problemática, y como mencionamos anteriormente, esta es nuestra novela. Añadimos nuestros toques personales a la trama. «El Infierno» es nuestra novela, y por eso nos dirigimos a Cuba y disfrutamos explorando la verdadera historia del infierno en ese contexto.

Han tocado un tema que aparece al final en toda su novela, y es el mal del hombre. Hay una frase estupenda, muy breve pero estupenda, que dice: «El único demonio de ser hombre es el bien»…

Sí, esa frase resume bastante bien la esencia de esta novela. Representamos de diversas maneras el concepto del demonio a lo largo de la historia, pero al final, y esto se explica en la novela de manera antropomórfica, decimos que el verdadero demonio es el propio hombre. Esta novela explora de manera bastante clara y desde el título, «El Infierno», la noción del mal. Creo que es la novela en la que exploramos más claramente el concepto del mal. Desde el principio, hablamos del poder y de la obsesión de ser más poderoso que la reina, del abuso obsceno del poder que te hace sentir superior a los demás, a los marginados y oprimidos. Esto se refleja en la España de los años 60, en medio de una grave crisis económica y una creciente desafección entre el pueblo y la monarquía. Sin embargo, esta idea se acentúa aún más cuando nos trasladamos a Cuba, donde funciona como un espejo de lo que sucede en España, con esclavos y personas libres. La novela se desarrolla entre estos dos escenarios geográficos, pero siempre gira en torno a la misma idea, que también se refleja en el manuscrito. Constantemente se habla del demonio y del mal. La intriga que planteamos es quién es ese demonio. Y, de hecho, el demonio es un hombre concreto en la novela. Los lectores descubrirán al final quién es ese hombre y quiénes morirán.

Lo que hacen es un guiño a la «Divina Comedia» de Dante. ¿De qué manera se relaciona con la trama y el mensaje que quieren transmitir?

Bueno, desde el principio, una de las primeras ideas que tuvimos para la novela fue el título «El Infierno» y toda la historia del manuscrito encontrado. Esto tiene un vínculo innegable con Dante. Es inevitable. Cuando se piensa en el infierno, se piensa en la historia que narra ese personaje anónimo que escribe los manuscritos, un descenso a los infiernos, pasando de círculo en círculo, cada vez más profundo y extremo.

Es cierto que en este viaje que hacemos, que es un viaje hacia el último mal, digamos que sin hacer spoilers, nos detenemos en el séptimo círculo. En la obra de Dante, hay en realidad nueve círculos, aunque los dos últimos son muy profundos, relacionados con el fraude fiscal y la traición. Pero en el séptimo círculo, que es el de la violencia, encontramos la mejor conexión con lo que siempre hemos tratado en nuestras novelas: la violencia humana. La pregunta que siempre hemos explorado, que va de novela en novela, es por qué esa violencia, qué desencadena esa violencia salvaje en las personas y qué lleva a cada asesino a cometer estos crímenes. Ahí está el vínculo entre ambos mundos, el demonio que se va describiendo y construyendo su personalidad a lo largo de todos los círculos.

Tenemos a esta pareja, Leonor y Mauro, como protagonistas de esta historia de amor. Un evento los lleva a Cuba, donde ambos terminan en posiciones opuestas en lo que se llaman los «ingenios». La novela no detalla lo que ocurre en los «ingenios»; se mantiene en secreto. Quería preguntarles si se han sorprendido mucho al conocer más sobre estos «ingenios».

Bueno, sí, nos sorprendió en su mayoría el aspecto más fundamental, que España era una potencia esclavista en el siglo XIX. No lo sabíamos, y queremos que la gente se entere de esto. No sabemos si es un sentimiento de culpa, un intento de blanquear las poderosas familias que regresaron a España después de la independencia de Cuba, basando sus fortunas en la esclavitud, o simplemente es ignorancia. No lo sabemos. Pero eso es lo que más me sorprendió, descubrir que España mantenía un régimen de esclavitud en la provincia de Cuba. También nos sorprendió saber que había esclavos españoles, gallegos, y algunos incluso leoneses, que viajaban como colonos asalariados con la promesa de un futuro próspero para escapar de la miseria en España. Sin embargo, cuando llegaban allí, se encontraban atrapados en un régimen de esclavitud. Tenían que devolver el dinero del pasaje, el pasaporte, y la estancia, y nunca podían pagar la deuda. Tenían que trabajar largas jornadas, entre 16 y 18 horas al día, exactamente igual que los africanos bajo el mismo régimen, las mismas condiciones y todos eran esclavos. Esto le sucedió a varios gallegos, alrededor de 1500 gallegos, y tampoco lo sabíamos. Entonces, lo más sorprendente fue darse cuenta de que esto estaba tan cerca de nosotros y que sabíamos tan poco al respecto.

Tampoco hemos cambiado mucho si consideramos lo que está ocurriendo hoy en día con las mujeres, ¿verdad? Hay un reflejo directo en la trata de personas con fines de prostitución, que es esclavitud en su forma más atroz. Y si vamos un poco más allá, existen otros regímenes de esclavitud en la explotación laboral de los inmigrantes que trabajan en el campo en España, o en los niños indios que producen ropa en sótanos. La esclavitud persiste, pero bajo diferentes formas, algunas aceptadas, incluso por nosotros y el mundo, sin grandes aspavientos, y otras no aceptadas, pero que siguen buscando la verdad, como en el caso de las personas involucradas en la prostitución.

Uno de ustedes debe estar preparado para escribir escenas de violencia… Me imagino que debe ser muy duro lidiar con la tragedia al escribirla, ¿no?

En realidad, escribir sobre violencia no necesariamente es algo que nos haga sufrir. A veces, sucede lo contrario, te sientes mejor. Pero pareciera que están empeñados en convertirnos en obreros especializados. No, no, no. Lo digo por ti, en general, todos nos dicen: «Tú eres el que escribe la historia, tú eres el que escribe la violencia, tú eres el que escribe las partes de amor». Y no es así. Cada uno escribe lo que le toca. Cuando dividimos, asignamos 25 capítulos para cada uno, y yo escribo mis 25. Si me toca una escena de violencia total, porque me ha tocado, o una de sexo, pues intento darle vida y disfrutar escribiéndola. Si no te diviertes escribiendo, esta profesión puede volverse muy aburrida después de pasar muchas horas frente al ordenador. Lo saben ustedes mismos. Hay que encontrar una forma de mantener el interés vivo cuando te entrevistan.

Entonces, si me toca una escena de violencia, la convierto en algo que me afecta y siento. No tenemos un departamento para cada tipo de escritura, sino que compartimos y nos revisamos mutuamente. Lo que yo escribo, se lo envío a Antonio, él lo revisa, aporta cambios, y lo mismo hacemos entre nosotros. Mientras tanto, yo hago cambios en sus escritos. Así que todos contribuimos en todos los aspectos, incluyendo la violencia, el amor y las escenas de teatro. Cada uno escribe lo que le toca, y estoy seguro de que todos nos sentimos más cómodos con algunas escenas que con otras, pero todos contribuimos a describirlas.

¿Cómo fue el proceso de selección del título y la portada? La portada me parece muy hermosa, a pesar de que sea sobre «El Infierno». Sus títulos son siempre muy misteriosos y están muy bien.

En cuanto a la portada, la verdad es que el mérito es de la editorial. Nosotros entregamos la novela y ellos tienen un equipo de diseño encargado de las portadas. En el caso de «El Infierno», al igual que con otras portadas, nos quedamos pensando si encajaba o no. A los tres nos gustó desde el principio, nos pareció impactante y que resumía adecuadamente el tono de la novela. En cuanto a la contraportada, el diseño característico es obra de Helena Blanco, pero la idea y la ejecución son mérito del equipo de diseño de la editorial. Ellos proponen las ideas y, aunque puedas expresar tu opinión, al final deciden qué portada utilizarán, independientemente de las protestas.

En cuanto a los títulos, nos gustan los títulos breves y contundentes, al menos últimamente. «El Infierno», «La Bestia», «Las Madres», «La Nena», todos tienen esa cualidad potente. Nos gusta que suenen así desde el principio. En «El Infierno de Carmen Mola», también nos gusta que los títulos sean polisémicos. Es algo que ocurrió mucho en «La Bestia», donde había muchas «bestias» dentro de la novela. En esta novela también, hay muchos «infiernos». Uno es muy real, el ingenio de Oriente de Cuba, donde ocurre algo que parece ser el «infierno» del propio manuscrito llamado «El Infierno». Pero también hay muchos otros «infiernos» en la novela, desde la esclavitud hasta la desigualdad social y los tormentos del amor. Los personajes, Mauro y Leonor, experimentan diferentes tipos de «infiernos» amorosos, como la separación, los celos y el amor forzado que Leonor debe padecer con Don Cándido. Por eso, nos gusta el título, es sencillo y claro, pero alberga una multitud de significados.

Al leer la novela, tuve la sensación de que como país nos quedamos rezagados en el contexto histórico. ¿Ustedes también tuvieron esa impresión?

En España, en el siglo XIX, uno siente que quizás una de las razones por las que no conocemos mucho la historia de España en este siglo es que comienza siendo un imperio y termina siendo un actor de segunda categoría. Al comienzo del siglo XIX, España tenía posesiones en América, y aún poseía prácticamente todo el continente americano, ya que aún no se habían producido las independencias de las colonias. Las primeras independencias ocurrieron a principios del siglo XIX, coincidiendo con la invasión napoleónica, y a medida que el siglo avanzaba, España perdió sus posesiones en América, incluyendo Puerto Rico, Cuba, Filipinas y otras islas. Entonces, es un siglo en el que España experimenta un declive significativo. No es solo que no estuviera al ritmo de otros países, sino que estaba claramente por detrás. Al final del siglo XIX, España estaba involucrada en una guerra en Marruecos, pero ni siquiera logró mantener su estatus como la antigua potencia que solía ser. En mi opinión, el siglo XIX fue un siglo completamente desperdiciado para España. No soy historiador, pero esa es la impresión que tengo al leer la documentación que utilizamos para escribir nuestras novelas y al ver el resultado final. Puede haber elementos que expliquen por qué esto sucedió, pero mientras otros países estaban experimentando una revolución industrial y evolucionando en costumbres y luchas laborales, en España persistía el caciquismo, el campo seguía siendo primitivo, no se desarrollaba la industria y se desperdiciaba la oportunidad de aprovechar los recursos económicos provenientes de las colonias. En mi opinión, es un siglo perdido para España, y no estoy seguro de si alguna vez hemos logrado recuperarnos completamente.

Me gustaría saber cuál ha sido la interpretación más inusual que ha dado algún lector al libro…

No estoy seguro, porque no solemos prestar mucha atención a las interpretaciones de los lectores. Sin embargo, puedo responder a su pregunta. Hay mucha realidad en la novela. La trama central que involucra a Mauro y Leonor es pura ficción, al igual que los asesinatos que ocurren en Cuba. Sin embargo, hay una gran cantidad de elementos basados en la realidad. La obra de teatro «El Telémaco Joven» que mencionamos es una obra real, así como la canción de «Siete Bandas». La descripción del levantamiento de San Gil está basada en hechos reales y fue tomada de los escritos de Galdós, quien escribió sobre ese evento. También hay personajes históricos, como AR de Dios, y obras de teatro que se estaban representando en La Habana en ese momento, como «La Flor de la Calabaza». La descripción de la vida en los ingenios, con jornadas de trabajo de 18 horas, castigos con látigos, y la existencia de cimarrones y planchadoras, también está respaldada por documentos históricos. Aunque pueda parecer que Carmen Mola ha exagerado algunos aspectos, la realidad es que la vida en los ingenios era extremadamente dura. Por lo tanto, tratamos de que todos los elementos que rodean la historia de nuestros personajes estén lo más ajustados posible a la realidad.

Me gusta mucho el guiño de los chinos, porque sí es verdad que ya había leído yo que Cuba no tiene chinos porque no llegaron a aguantar el esfuerzo del trabajo que les suponía y que al final terminaban suicidándose…

Es muy curioso, porque mientras los africanos intentaban fugarse, algunos chinos se suicidaban debido a la melancolía que sentían. Algunos se colgaban de sus propias coletas, otros se dirigían a la orilla del mar y se dejaban atrapar por la marea. No soportaban la humillación de haberse convertido en esclavos cuando originalmente habían ido a trabajar. En comparación con las plantaciones en América, el trabajo en los ingenios de azúcar en Cuba era mucho más físicamente exigente. La mayoría de las mujeres no podían trabajar allí debido a las extremas condiciones, que incluían jornadas de 18 horas en temperaturas extremadamente altas y alta humedad. La gente solía morir debido a las duras condiciones de trabajo. En consecuencia, se necesitaba traer continuamente nuevos esclavos a Cuba, ya que la mayoría moría debido a las condiciones de trabajo, a diferencia de las plantaciones en América donde todavía podían procrear.

Hay un personaje en la novela que es como el narrador o el escribano que registra lo que sucede, que es Pardiñas. Me gusta ese personaje y su actitud. No me identifico tanto con el otro personaje que es un hombre atormentado y lleno de culpa. En ese sentido, quizás hemos dejado un testimonio de lo que ocurrió en esa época, pero no es nuestra intención hacer una novela de tesis ni concienciar a la gente. Sin embargo, el simple hecho de elegir un tema y reflejarlo en una novela ya implica una cierta intención.