El pasado mes de julio se ha emitido en Antena 3, la serie con gran éxito de crítica y audiencia «El cuento de la criada«, basado en la novela del mismo título de Margaret Arwood.

Hoy en estas líneas, no voy a resumir la historia, ni desvelar anécdotas del rodaje, ni tampoco encontrarás el spoiler de las siguientes temporadas. No. Mi intención es reflexionar sobre las preguntas que me surgen tras su emisión.

¿Ficción o realidad? ¿Realmente somos capaces de todo por sobrevivir? ¿Solamente está sometida la parte social no dominante?

Permitidme una particular lectura de la temporada que hemos podido disfrutar y digo bien disfrutar, porque aunque como mujer siento mi fuero interno aniquilado, debo reconocer que como espectador neutro es una idea fabulosa, muestra del mejor género distópico.

«La idea gira en torno a una sociedad futura, ficticia e indeseable de humanos mayoritariamente estériles, que luchan por sobrevivir»

La idea gira en torno a una sociedad futura, ficticia e indeseable de humanos mayoritariamente estériles, que luchan por sobrevivir. Unos desde el poder otros desde el miedo. Los que ostentan el mando y la fuerza, por tanto el gobierno, persiguen dejar su huella no solo a través de sus actos, sino también de su descendencia. Empeño imposible sino utilizan al resto, la dominada por el miedo y sometida por la resignación. Estos últimos deben humillarse en cualquiera de las formas que aquellos necesiten. Y es que por muchas sociedades distópicas que imaginemos, en todas ellas el hombre come, bebe y se reproduce. Por tanto ¿Cuál será su función? Servir y procrear.

Como siempre.  

A consecuencia de la crueldad con la que es tratada la mujer se han levantado voces de repulsa y enaltecimiento del feminismo. Otras que gritan en contra de políticos como Trump. Algunas contra la religión. Muchos claman contra la jerarquía mal estructurada de las clases sociales…Aun así todas ellas con un denominador común: «salvemos al oprimido«. Sin embargo yo veo algo más. Tristemente veo mujeres y hombres, seres humanos en definitiva, subyugados en la ficción y en la realidad.

Y de nuevo surgen diversas cuestiones sobre el fanatismo religioso, adoctrinamientos, violaciones…

«Cada semana tras visionar la película afloran, como seres racionales que somos, sentimientos encontrados de terror y alivio»

Cada semana tras visionar la película afloran, como seres racionales que somos, sentimientos encontrados de terror y alivio. El primero porque el sufrimiento ajeno nos aterroriza y el segundo por eso mismo, porque es ajeno y ni siquiera nos salpica. Y al día siguiente observamos impasibles en las noticias acciones muy parecidas en el mundo real donde vivimos. Mientras, sentados a la mesa con nuestras familias, comemos y charlamos sobre todas esas «terribles cosas» que aguantamos a lo largo del día.

Olvidamos que el fanatismo religioso y las subjetivas interpretaciones de libros sagrados no están por llegar.

Miramos hacia otro lado cuando detienen a una joven en un país, muy lejano al nuestro, por subir videos bailando en una red social cualquiera.  O comentamos sorprendidos que el gobierno de Filipinas haya tenido que mediar para que sus desplazados en otros países, por cierto lugares donde los residentes gozan de un alto poder adquisitivo, alcancen el derecho a un día libre semanal remunerado.  Y ¿Cuál es nuestra actitud ante una lapidación por adulterio?… Como dirían en un pasatiempo del periódico; «busca las 7 diferencias».

Dirijamos la mirada hacia el adoctrinamiento. En la ficción encontramos mujeres vestidas con trajes del mismo color, sujetas a normas que si cumplen con rigor, eficiencia y sumisión podrán seguir respirando, al menos un día más. Campos de trabajo donde son enviadas las rebeldes que cumplen doble función: reeducación para las internas y amenaza para las externas. ¿Pudiera ser que encontráramos cierta similitud con una pequeña península oriental en el Pacifico gobernado por un gordito risueño hijo y nieto de dictadores? Aunque ese país también está muy lejos para poder verlo desde aquí.

«Pero cuando depositamos la vista ante las violaciones podemos opinar más de cerca. Aquí se cometen fruto del peor instinto animal residual en algunos individuos»

Pero cuando depositamos la vista ante las violaciones podemos opinar más de cerca. Aquí se cometen fruto del peor instinto animal residual en algunos individuos. Allí, en la ficticia Republica de Gilead, las mujeres consienten. ¿Por qué? Por puro instinto de supervivencia. Las esposas miran hacia otro lado mientras sujetan por los brazos a las criadas, que dócilmente se someten agarradas a la vida por bridas invisibles a la única forma que encuentran de sobrevivir. Mientras los «comandantes» las inseminan, al modo tradicional claro está, pues los avances médicos se utilizan para otro tipo de torturas.

En fin… «Con tu mirada», el saludo utilizado en la serie por los habitantes de un mundo donde hombres y mujeres viven esclavizados, unos a las subjetivas interpretaciones religiosas, otros a las políticas que implantaron, aquellos al miedo… podría estar más cerca de lo que creemos.