Manuel es un granadino que ha pasado cuarenta años de su vida entre las prisiones de Picassent en valencia, Psiquiátrico de Alicante, Nanclares de Oca en Álava y Palma de Mallorca. Él, asentado en el lado bueno de los barrotes podría haberse limitado a firmar papeles en su despacho de director, dar órdenes sobre cómo gestionar una cárcel o simplemente calentar el sillón, pero no fue así. Manuel Avilés señaló una brecha importante entre la organización terrorista ETA y los presos de la banda, a través de varias grabaciones hechas en el año 91 y que marcarían el principio del fin. Mostraban sin lugar a dudas las fisuras que como un terremoto al que llamaron Vía Nanclares, comenzaban a resquebrajar la banda terrorista. Con esta arriesgada operación, además de jugarse la vida ponía en serio aprieto su cargo. Pero Manuel no estaba solo, Antonio Asunción el que fuera ministro de Interior y secretario de organización de prisiones, le tendió la mano en este asunto
Conocer a Manuel supone contagiarse de vitalidad a través de la valentía y la fuerza que desprende, admirar esa forma de contar las cosas sin encorsetamientos ni florituras políticamente correctas y sobre todo, valorar que la mayor parte de su vida ha sido el servicio y la entrega a los demás.
En estos días presenta nueva novela, De prisiones, putas y pistolas, donde conoceremos los detalles de la operación.
De prisiones, putas y pistolas es un libro duro, tanto como la realidad que nos tocó vivir en aquellos años. a diario pudiste ver la muerte reflejada al otro lado de los barrotes, ¿esta situación te hace más duro, más fuerte o más insensato?
Sin ninguna duda, vivir en el filo de la navaja te endurece. No es que uno vaya por ahí de Clint Eastwood, pero para dirigir cuatro cárceles, ser subdirector de dos, funcionario y jefe de servicios de otra, en tiempos muy fastidiados – no olvidemos que recién entrado me toco vivir los grandes motines del fin del franquismo y el inicio de la Transición-, dirigir Nanclares en el País Vasco, cuando ETA mataba un día sí y otro también, para vivir en esa situación de tensión uno no puede ser de mantequilla. De hecho mucha gente, algunos con cierta razón y otros vividores y golfos de acreditado prestigio, escaparon del totum revolutum por “motivos médicos”. Algún caso conozco que no resiste un análisis mínimamente serio – y lo digo como crítica política al modo de funcionario del Estado, que yo estoy jubilado tras cuarenta años dando el callo y, convertido en un anciano anarquista, me importa un huevo ya este asunto.
Desde la perspectiva que proporcionan tiempo y distancia, ¿Hubiera sido igual De prisiones, putas y pistolas si la hubieras escrito según sucedían los hechos?
No habría sido igual porque los acontecimientos históricos – y este lo fue- necesitan de una cierta perspectiva para poder escribirse con el necesario distanciamiento. Si lees el libro, cuento cómo un coronel del entonces CESID, luego CNI, me dijo: Le has hecho a ETA un daño inmenso, estas grabaciones son un torpedo en la línea de flotación. Si yo entonces hubiera dicho que eso era decisivo para desmontar la banda un elemento más-, me habrían llamado imbécil con todas las letras. Treinta años después, se ha demostrado que la Vía Nanclares, que empezó ahí, ha sido efectiva. Ya recibí propuestas de escritura entonces y no les hice ni caso. He estado treinta años sin decir ni pío porque no era ni prudente ni inteligente decir nada antes.
Tu vocación literaria viene de lejos. ¿Podemos pensar que es una forma de huir del ambiente gris penitenciario?
Siempre he sido un gran lector. De hecho, cuando hacíamos guardias de 24 horas, en las largas noches carcelarias, se jugaba mucho a las cartas. Nunca aprendí ni un solo juego de barajas ni otras mesas. Siempre me dediqué a leer. En cambio mi pasión por la escritura empezó en Nanclares, cuando algunos grupúsculos fascistoides y proetarras, me empezaron a dar leña. Luego, con algún pseudosindicato también fascistoide pasó lo mismo y empecé escribiendo artículos en prensa. Artículos con nombre y apellidos, no sin firma como acostumbran los cobardes. Ese fue mi bautismo de escritura y ahí nació mi pasión literaria. La literatura, junto con las motos y el uso del matrimonio – como decía aquel cura salido que daba derecho canónico- bueno del matrimonio o de la relación que sea, son un blindaje contra el alzheimer y contra el envejecimiento general. Como dicen los existencialistas “somos un ser para la muerte” pero en el intermedio se pueden hacer muchas cosas. Escribir, evidentemente, te saca de la cárcel y te lleva por sitios impensables.
¿Alguna vez han sentido tus letras barrotes que les anclaran al suelo?
Nunca he tenido barrotes personales. He escrito siempre con libertad, como si no me fuese a leer nadie – que es una de las recetas para escribir bien, cosa que no sé si consigo- . Cuando escribes libremente y dices la verdad, cuando no eres edulcorado y reprimido, ni escribes pensando qué dirán, te buscas enemigos “a mogollón”. Yo tengo muchos enemigos, pero tengo grandes amigos también y eso compensa cualquier dificultad. Ya se lo oía mi gran amigo Juan Alberto Belloch: Si con cincuenta años no dices lo que piensas ¿A cuando vas a esperar? Y yo, para mi desgracia, pasé los cincuenta hace tiempo.
Varias novelas de género negro. ¿Pasar tanto tiempo entre presidiarios da para tanto o es que puedes presumir de una gran imaginación?
Utilizo las dos cosas para escribir: la memoria de la cárcel y la imaginación, casi por igual. Tengo varios ensayos sobre Criminalidad organizada, sobre terrorismo, sobre yihadismo… que tienen como base mi vida carcelaria, claro. En mis novelas: El Metralla. Ya hemos estado en el Infierno o En la cuerda floja. Narcotráfico en Mallorca, la cárcel ha influido menos. De prisiones, putas y pistolas, es como salta ala vista nada más abrirla, una crónica novelada de una etapa carcelaria esencial en la historia de este país.
¿De prisiones, putas y pistolas hubiera visto la luz si el ministro Antonio Asunción te hubiera pedido que no lo publicaras?
Antonio Asunción me hizo el encargo de que lo escribiera cuando se estaba muriendo, porque terminó de decirlo y a los pocos minutos le pusieron una inyección porque se quejaba mucho de dolor…y ya no se despertó. Creo que jamás me habría dicho – conociéndolo- que no lo escribiese. El libro rezuma homenaje a él por los cuatro costados. Es posible que si me hubiese pedido que no lo escribiera, una vez fallecido, y viendo los acontecimientos, lo hubiese escrito igualmente. Esa historia solo la podía contar yo que fue quien la escribió en su día en primera fila. Hay muchos criminólogos y escritores de salón que solo hablan de oídas. No es mi caso.
En tu haber la dirección de varias prisiones y tres atentados de ETA contra tu persona, afortunadamente fallidos. ¿Pensaste en alguna ocasión abandonarlo todo, irte muy lejos y dedicarte a escribir?
Oí, con estos oídos maltratados por la mili en artillería y por apuntar bien con un cañón antiaéreo, cómo los abogados y los presos planeaban “darme matarile”. Los pesqué, unos años más tarde, en mi puerta – junto a la playa de San Juan, con un coche robado en Torrevieja para hacerme lo mismo-. Menos mal que la memoria me funciona y conocí al hijo de puta que había al volante. La guardia civil y la policía -nunca les agradeceré bastante su cuidado- me salvaron. Nunca pensé irme del país. Una ministra, en aquella época me dijo: escoge un destino, que no sea ni París ni la Republica Dominicana para que no digan que vas a negociar. Y yo contesté: tengo hijos aquí – a los que veo poco por culpa de estos cabrones- pero no me voy a ir a ningún sitio, que se vayan ellos. Solo hay una cosa que no perdono a los etarras – ellos hacían su papel y yo el mío- : por su culpa me perdí la adolescencia de mis hijos y verlos crecer y eso me jodió bastante.
Muchísimas gracias querido Manuel! ha sido un auténtico honor compartir charla contigo. Tus palabras, tu obra y tu forma de pasar por la vida son un aprendizaje sobre el terrenal mundo que nos ha tocado vivir.