Hablábamos el otro día de la agnotología progre en que sumieron nuestro país. Hay quien negará que esto sea así. Probablemente quien lo haga sea de los que fueron beneficiados por ello. Pues el ladrón nunca admite su robo sino que lo oculta hasta el momento en que se hace evidente su culpabilidad derrumbándose estrepitosamente. Ese asunto, el de la agnotología, es el cáncer que se inoculó a nuestro país. Un cáncer que, como venimos diciendo en reiteradas ocasiones, fue aderezado con las políticas educativas nefastas que han perpetrado nuestros gobernantes. Esa mezcolanza infecta ha derivado en la metástasis de ignorancia, mal gusto, mala educación, estupidez, falta de valores y adoctrinamiento que son las oscuras y malolientes arenas movedizas en que se hunde nuestro país. El paroxismo de estupidez y maldad, en cuanto a la gestión de la educación de nuestro país, se dio al transferir dichas competencias a las distintas Comunidades Autónomas a cambio de llegar a la Moncloa. Este, no lo olvidemos, ha sido siempre un país de envidiosos e insolidarios. Ya Flavio Josefo dijo, y reiteró el coronel Von Bismark, algo parecido a que a los españoles se les vencía dejando que se mataran entre ellos. Tal era la proverbial envidia de nuestros antepasados. Se hizo cierto el dicho del sabio romano y del coronel austrohúngaro, al transferir a un envidioso la competencia educativa. Porque este la usará, como no puede ser de otro modo, en beneficio propio y contra el vecino. Si ese vecino es, a su vez, insolidario y egoísta, hará todo lo posible por beneficiarse a sí mismo en detrimento del vecino. La educación, por tanto, nos enseñará nuestras bondades frente a las maldades del vecino. ¿Recuerdan las patochadas sobre el RH de los vascos? Pero no se vayan tan atrás, lean los ejercicios de contorsionismo onanisto intelectual que hacen todos los independentistas. Llegando a pervertir la historia y manipulando hechos y autores históricos. Piensen en Miquel de Servant y demás chorradas. Con la educación en su poder pueden enseñar lo que quieran, la tarea del adoctrinamiento, por lo tanto, resultaba mucho más sencilla. Quizá esa sea la quimioterapia necesaria para el tumor mencionado anteriormente. Si no es la quimioterapia, desde luego que en la educación y la cultura está la cura necesaria.

Pero, como ningún mal va solo sino que  siempre marcha de la mano de otro, vemos que de igual modo pasa con la cultura. Una cultura que, en muchos casos, se ha utilizado, y sigue haciéndose, como propaganda. El uso mayoritario de la cultura en nuestro país es en beneficio de la agnotología que lo envuelve todo. Haciendo para ello una propaganda en favor de quienes manejan la opinión en España. Utilizando para ello unos eslóganes beligerantes y vehementes. El primer contrincante fue el anterior régimen. Como el gobierno de Franco se apropió de España, la propaganda cargó estúpidamente sus tintas contra España. Pues la agnotología adoctrinadora confundía España con Franco. Eran lo mismo. Si atacaban a uno lo hacían también al otro. Por este motivo, amar a España y sentirse español en España es hoy en día un sentimiento franquista. Eres un facha, te dirán. De modo que, por reducción al absurdo, si España es franquista, los exiliados republicanos que clamaban por su patria allende las fronteras, eran también franquistas. No hay más que leer lo que de su patria decían. Cómo la añoraban. Cómo les dolía. Cómo deseaban la vuelta a sus lugares de origen por sobre todas las cosas. Sí patria, esa palabra tan en desuso y denostada hoy día, era el denominador común de su queja, su llanto y su nostalgia. Aunque hubiesen huido de Franco, un insignificante detalle. Aunque estuviesen perseguidos por el régimen franquista, una tontuna sin importancia. Eran franquistas. Hablaban bien de España así que eran franquistas. Pero hablaban ensalzándola y amándola. Eran franquistas de manual. Pero la agnotología progre es así: fue barnizando todo tipo de cultura, educación y, en consecuencia, fue adoctrinando un país haciendo que creyese sus patrañas. Simplificaba los argumentos dejándolos en un escueto buenos y malos. Ellos caca, nosotros buenos y ya tenían veinte mil personas dispuestas a creerse esa pantomima. Necesitaban creérselo. Habían sido derrotados y tenían que saber que fueron los malos quienes ganaron. Era España un país plagado de legañas, mocos, pulgas e incultura. La incultura es siempre un lugar abonado para que germinen las propuestas más descabelladas y absurdas.
El país fue creciendo y se fue desarrollando con la agnotología fluyendo de boca en boca, de tugurio en tugurio, de tranvía en tranvía y de temporero a temporero. Así se fueron expandiendo esas consignas, esas certezas, esas verdades absolutas. Funcionó de una manera tan magnífica que a los de izquierda les dio un halo de bondad mientras a la derecha le cayó toda la culpa encima como un cubo lleno de agua fría. Un agua que aún les cala los huesos. De aquéllos polvos han llegado los lodos del complejo de la derecha y de la superioridad moral de la izquierda. Fue tan eficaz el trabajo de la agnotología que consiguieron hacer buenos y malos entre los pensadores, literatos e intelectuales de toda nuestra historia. Había que ser favorable a Góngora y no a Quevedo, por poner un ejemplo. Se silenciaron excelsos intelectuales ciertamente derechistas como José María Pemán, César González Ruano, Manuel Machado y otros y se encumbró a los que les eran afines ideológicamente. Algunos de ellos brillantes creadores, por supuesto, pero el talento de la mayoría residía únicamente en su filiación política. Un supuesto intelectual tenía que ser antifranquista, como mandaban los cánones, en esas épocas. Relegando a la derecha el papel de ignorante, españolaza y cateta. De modo que esos intelectuales antedichos son considerados menores a los que la agnotología decía que eran verdaderos intelectos. La derecha española calló por no pecar más pues el frío les había calado los huesos. Se sentían cómplices y culpables de lo ocurrido en la guerra civil y posterior dictadura. El problema es que el adoctrinado creyó, como hemos visto más arriba, que eso significaba que había que repudiar a España y, por extensión, todo lo español. De hecho, esa estúpida idea sigue siendo vigente. Mientras el de derecha pensó que tenía la culpa y agachó las orejas y fue incapaz de defenderse. Salvo algunos nostálgicos del régimen y exaltados. De modo que intelectuales de la talla de Muñoz-Seca por ejemplo, eran catetos, ignorantes y faltos de clase y categoría. Puesto que la imbecilidad se propaga a una velocidad superior a la de la luz y España era terreno abonado para la idiotez esa diferencia se introdujo en las médulas de todo un país. Consiguiendo hacer una cultura de primera y otra de segunda. Buenos y malos, ya saben. Demostrando que algo huele a podrido en España y es la propia España.
El adoctrinamiento ha funcionado de tal modo que se da un asqueroso hooliganismo en la política española. Cada cual defiende a su partido político como si de su equipo de fútbol se tratase. Anulando, de este modo, su capacidad crítica. Sin pararse a ver qué ha sucedido con determinado partido. Qué ha hecho bien y qué mal. Con qué propuesta estoy conforme y con cual no. Lejos de eso, lo que hacemos es dotar de un aura de infalibilidad a nuestro partido político. Es por eso que somos incapaces de ver nada malo en el partido al que se vota, aunque haya robado, aunque se le esté juzgando por robo o aunque su financiación provenga de una fundación que se nutre con capital de dudosa procedencia, algo que no es ilegal pero que, se mire por donde se mire, es inmoral. Todo tiene perdón. Desde el robo hasta el asesinato o la financiación inmoral. Se da, de hecho, la paradoja de que lo que ayer fue malo hoy es bueno porque nos lo dice el líder del partido, o sea, el gurú de turno. A todos nos gusta el amarillo, dicen, y todo teñido de amarillo; ahora nos gusta el verde, y todo verde. Si no lo dice directamente el líder lo dirán los aborregados rebañabraguetas desde las redacciones de los periódicos creados a su beneficio y amparo. Pues lo que decíamos arriba que ocurría con la cultura y el arte, ocurre en la misma medida con la información. Hay que ser del aparato del partido, como dicen en las novelas negras sobre la stasi, hay que informar únicamente de lo que le interesa al aparato. Desde el punto de vista del partido y lanzando las consignas que nos indique el partido. Esgrimen que ellos son los que están en posesión de la verdad porque, no en vano, han estudiado una carrera universitaria. Están formados, dirán, cuando lo que están es uniformados. Pues callan, ocultan o ignoran que la agnotología lo cubre todo. Si el que te enseña lo hace desde los principios del agnotologismo progre, te está adoctrinando, así que, si no has sido capaz de tener un poquito de inquietudes intelectuales y dudas de las certezas teledirigidas, probablemente seas un adoctrinado. La universidad ha estado, pues, no creando buenos profesionales, sino creando otro perrillo de Pavlov que ladre las consignas impuestas por el aparato del partido. Así, vemos las redacciones de los periódicos llenas de adoctrinadores adoctrinados adoctrinando al adoctrinable. Creyendo que informan, cuando lo que hacen es lanzar consignas. De este modo, entre unos y otros, han matado el periodismo. La loable labor periodística en nuestro país no se da. Es tan sólo propaganda. La única información veraz, en contra de los principios constitucionales, proviene de los teletipos. Todo lo que pase por delante de un supuesto informador es convertido en propaganda.
De modo que todo, como decíamos arriba, lo que hacen los nuestros es excusado, todo tiene un porqué. Todo es bueno en nuestro partido y malo en el rival. Hay quienes hace tan solo diez años clamaban por el asesinato de un policía francés a manos de la banda terrorista ETA. En cambio, hoy ven de maravilla que a un tipo que tiene las manos manchadas de sangre se le conceda una entrevista en la primera cadena de la televisión española. Justificando, además, que pudiera decir que ETA hizo el daño que debía hacer aunque a veces se excedió. Blanqueando al asesino. Blanqueando la banda terrorista. Blanqueando a ETA. Dando asco. Es decir, que de los que salimos a la calle pidiendo justicia y gritando un potente y desgarrador ¡basta ya! en la manifestación por la muerte de Miguel Angel Blanco unos años antes, más de la mitad ve ahora bien semejante barbaridad. Quien ayer pedía justicia hoy está blanqueando a la banda terrorista y sus cómplices que, si bien han sido legítimamente elegidos en las urnas, eso no les da un aura de santidad que les permita igualar a los asesinos con sus víctimas, como siempre hacen. Pero no pasa sólo con el terrorismo. Hay quienes se autodenominan feministas, pero para ellos únicamente existen los feministas de izquierdas. Cuando el feminismo es un movimiento supuestamente transversal y universal, independiente de toda ideología, o debería, y, por tanto, tendría que escuchar lo que dicen las mujeres de todo el espectro político. A todas las mujeres sin excepción. Pues no, solo interesan las nuestras.

Pasa exactamente igual con quienes son LGTBI. Me da igual a quien ames mientras tus amantes sean de izquierdas, parece ser su consigna por cómo se comportan. Llegando incluso a atacar a quienes no comulgan con sus ideas políticas. Pero si no se cansan de repetir que es un movimiento abierto, de todos y para todos, pero no, luego demuestran que sólo les pertenece a los que tengan el carnet de su partido en la boca. Que les pillan en un renuncio, como la agresión contra otro partido político que se presentó en el Orgullo a defender sus propias propuestas, no pasa nada. Se falsea un informe policial, como indica Carlos Herrera en su programa de la COPE, y santas pascuas. Un presunto informe que parece que iba sin firmar, sin logotipo y que colocan en uno de sus panfletos. Uno, por cierto, perteneciente a uno de los grupos informativos más importantes de España. Un grupo que parece ser que está participado en un 6,5% por Qatar. Es, si no fuese tan triste, para troncharse. La agnotología es así. Tiene esas contradicciones porque idiotiza a propios y extraños. Calma las dudas. Refrena el ansia por aprender. Orvallando sobre todos nosotros y mojando nuestras conciencias. Reblandeciéndolas. Las ideas van calando. Interiorizando creencias. Apropiándose de la bondad. Los movimientos sociales eran suyos. Haciendo creer que quien mira por los demás son unos y no otros. Robando el monopolio de la moral a las religiones. Haciendo creer a la gente que su creencia es correcta o no, según convenga. Así, los muros de la patria quevediana han llegado a esta descomposición por culpa de la metástasis. Está a punto de la caída. Agrietándose con el beneplácito de unos y otros mientras puedan gobernar. Sosegando su ansia de poseer. Este cáncer si sigue así es incurable. Sería, por tanto, indispensable administrarle al país la quimioterapia de la cultura y la educación y esperar que el tumor vaya reduciendo.