Permítenos, oh Apolo, la enorme tarea de aconsejar a nuestros iguales. Pues la observación de este, nuestro escenario vital, nos ha llevado a concluir que nuestro consejo es indispensable. Tras mucho pensar y discurrir, creemos haber dado con la solución buscada, a este mal que nos acecha. Era enorme la ansiedad provocada por la búsqueda de soluciones ante tamaña excrecencia. Ya que, ante la manifiesta y monumental falta de vista y total necedad demostrada por nuestros conciudadanos, teníamos que ponernos, nosotros, pobres mortales, a discurrir por encima de nuestras posibilidades. Hicimos como dictó el gran Sócrates y comenzamos a debatir cuánto se nos ocurría sobre el asunto en cuestión. Así, analizamos anteriores resultados y se nos hizo imperiosa la necesidad de aconsejar a nuestros semejantes sobre cómo elegir a sus líderes. Personas éstas destinadas a guiar los pasos de nuestra sociedad; a dotarla de un mayor bienestar y asegurar que se están cumpliendo con total garantía todos nuestros derechos, entre otros cometidos no menos importantes. Pero no seamos demagogos, pues no lo hacemos únicamente por el bien común, sino también por el propio.

La asunción de esta responsabilidad fue la que hizo que nos pusiéramos a rebuscar en los más inhóspitos lugares de nuestros cerebros. Para llegar a construir un país sublime en todos los aspectos que, si no nosotros, al menos nuestros hijos pudieran disfrutar. Acercándonos lo más posible a la perfección olímpica. Motivo por el cual creemos de vital importancia que esta labor se tome con la mayor seriedad y responsabilidad por parte de quienes lean esta desesperada misiva. Si aún, tras nuestro agónico grito, la duda te llega, magnánima deidad, prueba a echar un ojo a los líderes que optan a ser nuestros representantes en cualquier pueblo, estado, provincia o nación del mundo. Si aún así te cupiese duda alguna, oh magnífico Apolo, te diremos que no es que opten a serlo. Es que, en muchos casos, ya están ocupando esos puestos de máxima responsabilidad. Ahora, sabiendo esto, dinos, oh dulce Apolo, que no te has escandalizado por lo que aquí abajo hacemos. Rogamos que refrenes el lógico impulso de llamar a tu padre para que con su rayo a todos nos fulmine y accede a responder esta pregunta: ¿ves tú, magnífico Apolo, necesario que alguien se arrogue la potestad antedicha y aconseje a sus semejantes?

«La asunción de esta responsabilidad fue la que hizo que nos pusiéramos a rebuscar en los más inhóspitos lugares de nuestros cerebros»

Gracias por tu respuesta, sublime Apolo. Sea pues, tal como nos indicas, y pongámonos con toda celeridad, seriedad y responsabilidad que esta tarea demanda, a repartir estos consejos, para todos aquellos a quienes puedan interesar que, por la importancia que tienen, esperamos que sean a todos:

Lo primero que creemos que ha de ser aquel que quiera erigirse en líder de una asociación, organismo o sociedad es, indudablemente, estrábico. Es sabido por unos y otros que es el estrábico el único ser del mundo capaz de hacer real el dicho: “nadar y guardar la ropa” y a la vez. Y con total normalidad. Fue Natura quien le ha dotado magníficamente para ello. Es de este modo del único que se nos ocurre que sería imposible que suceda como ahora. Pues ahora un líder elige a sus segundos, terceros, y hasta duodécimos de a bordo y resulta que le salen rana. Son unos corruptos, puteros, drogadictos o ladrones, o todo a la vez. Después, cuando el juez toma declaración al líder, dirá entre sollozos de moco y baba, que él no sabía lo que a su lado se cocía. Algo que, indudablemente, eligiendo a un estrábico sería solucionado. De todos es sabido que el trilero no engaña al bizco, pues su natural modo de ver aquí y allá a la vez, hace de él un magnífico cancerbero de la honra de un hogar. Motivo por el que pensamos que el líder ha de ser bizco con total seguridad.

«Es sabido que al mentir más nerviosos nos ponemos, de modo que, éstos líderes que mienten más que respiran»

También sería conveniente que el candidato a elegir tenga una tartamudez nerviosa. Es sabido que al mentir más nerviosos nos ponemos, de modo que, éstos líderes que mienten más que respiran, serían protagonistas de discursos cuyas duraciones oscilasen entre uno y tres ciclos lunares. De manera que habríamos matado con una saeta a dos pájaros. A saber: por un lado, gracias a las duraciones pantagruélicas de los discursos, mantendríamos el Congreso lleno por más tiempo y, con todos los ponentes atentos porque tienen que saber lo que dice el rival para rebatirle. No habiendo distracciones lúdicas ni eróticas, ni gastronómicas . Estarían atentos al discurso porque nadie sabría cuánto durará ni, lo que es más importante, cuándo acabará. Pues como de nervio se trata, puede que acabe abruptamente o se alargue un ciclo más. Lo que les mantendría atentos. De modo que, el sueldo pagado al congresista o senador podría ser más acorde a lo que en el Congreso efectivamente haga o, al menos, su asiento gaste. Es más, como al mentir uno deja fluir el nervio y, cuánto más fluya éste más se estropea el discurso, todos sabríamos cuándo se nos está mintiendo. Cuestión que también creemos harto importante. Por tanto, es indispensable a nuestro juicio, que un líder padezca tartamudez nerviosa.

Ya nos decía Esopo, o a él se atribuye, que el escorpión tiene en su naturaleza picar y matar. Así, cuando la rana le ayuda subiéndolo a su espalda para cruzar el río, él le picará con su aguijón inoculando su veneno, haciendo que, por su naturaleza, mueran los dos ahogados. Del mismo modo, en la naturaleza del político está el robar, eso es sabido por todos. Ellos, pues, serán los escorpiones de nuestra sociedad. Una sociedad que, a su vez, sería la confiada rana. Así que, al no poder evitar que sea ladrón nuestro líder, porque es intrínseco a su naturaleza, habría que intentar que su robo sea de la menor cantidad posible. De modo que, de quienes se presenten a ostentar el título de líder, pensamos que debería ser el manco el que se elija por delante de quien tiene las dos manos sanas. Pues, como todo el mundo sabe, menos es uno que dos y, ya que de robar a manos llenas se trata, aquél, por fuerza, robará la mitad que éste.

«como todo el mundo sabe, menos es uno que dos y, ya que de robar a manos llenas se trata, aquél, por fuerza, robará la mitad que éste»

Además, por aquello de pintar a la Justicia ciega, y añadimos, por lo que atañe a nuestro país, que también lenta. El elegido será pues el que de campanillas o cascabeles tenga el cuerpo cubierto. Para que, de este modo, hasta un ciego como lo es Justicia, la pista pueda seguirle con facilidad. Ahora bien, puede darse la circunstancia de que, cumpliendo todo el resto de premisas que aquí estamos disponiendo, las campanillas no estén adheridas a su cuerpo. En tal caso, y solo en ese caso, podrá elegirse al que de aerofágica enfermedad se vea afectado en modo grave, puesto que, como es de suponer, su pista más fácil será de seguir por un ciego como lo es Justicia.

Siguiendo con el anterior punto y, para evitar huidas, fintas, carreras por los pasillos y demás persecuciones ridículas y totalmente ordinarias en gentes de tan altas capacidades supuestas, el elegido deberá, por fuerza, ser cojo. De este modo, aunque lenta, la justicia será efectiva en su persecución y podrá poner al sujeto ante el jurado para que le tome declaración y haga con él lo que estime el código penal. Un código penal común, pues efectivamente, la justicia ha de ser igual para todos. De este modo, aunque lenta, será de una vez por todas, efectiva la Justicia.

«donde hay poca justicia es un peligro tener razón”

Teniendo en cuenta este punto, hay que apuntar que, a la hora de emitir una opinión o juicio, sea este certero o no, habrá el informador de tener en cuenta que, como dijo el sabio: “donde hay poca justicia es un peligro tener razón”. Sus análisis habrán de ser sutiles y ligeros. Todo líder que se precie ha de tener a su lado un biógrafo cariñoso y barato en gustos, para que sus opiniones sean fáciles de comprar. Así que el líder deberá ser por fuerza aficionado a las juergas a las que invitará al biógrafo y a quien haga falta. Habrá de tratarse, pues, de un líder manirroto agradecido y agradable. En este caso no por el bien común, sino por el propio. Aunque también es bonito ver que en los medios se habla bien de nuestros líderes.

Si se tienen en cuenta esta suma de consejos se estará más cerca de ser acertada la elección de nuestros líderes. Creemos que para poner a prueba dichos consejos, y cuántos puedan añadirse en tiempos venideros según dispongan la diosa fortuna y el acontecer diario, dos meses serían suficientes, no cien días como ocurre hoy.

Dispóngase, oh magnífico Apolo, que de este pliego se hagan copias suficientes para cuantas naciones en el mundo haya. Haciéndolas partícipes de algo tan importante como es la elección de su líder. Pues los necios que pueblan la tierra en número tan extenso, aunque no dejen nunca de serlo, siguiendo estos consejos al pie de la letra, serán capaces de elegir de la mejor manera posible a sus líderes. Con el bien que eso nos haría a todos. Permítasenos pues de este modo, oh magnífico Apolo, dejar de sufrir la caterva de mentecatos, lameculos, abrazafarolas, rebañabraguetas que hoy día hay al frente de cada pueblo, región, provincia o nación de cuantas pueblan la tierra.