Puede presumir de haber fotografiado a casi todos los referentes de la escena pop-rock en España. Sin embargo, la afición de Wilma Lorenzo (1989, Madrid) por crear imágenes va más allá del ámbito musical y se prolonga hasta todos los rincones donde se puedan hallar emociones. “Normalmente tengo un estado de ánimo, y con ese estado de ánimo con el que estoy mirando el mundo, encuentro una imagen”, explica. Esas disposiciones la han llevado a crear un archivo fotográfico que ahora se plasma en su segundo libro, ‘Vidas ajenas, pasiones propias’ (Lunwerg Editores). Un diario visual donde las inquietudes, conflictos y contradicciones de una generación se mezclan con las pasiones y las ilusiones de la autora. Sobre este libro y su trayectoria como fotógrafa charlamos con Wilma Lorenzo.

 

El libro integra fotografías e imágenes como elementos inseparables. Se asemeja casi a lo que sería una versión física de Instagram…

La verdad es que mi necesidad de expresión ha sido siempre a través de texto o imagen. Desde el colegio, cuando estaba en el periódico del cole, y cuando tenía un blog donde subía fotos y escribía textos. Esto con 16 y 17 años. Fue como algo que luego se ha convertido en mi profesión, pero en la forma de expresarme siempre necesitaba las dos faldas. Para mí era y es fundamental que las dos convivan. Sí es cierto que afortunadamente hemos evolucionado hacia un mundo en el que la imagen es ya una necesidad vital. No hay nada que se comunique sin una imagen.

Precisamente la forma en la que mi editor, Javier, me conoció fue a través de Instagram. Él, hace 3 o 4 años, vio lo que subía en Instagram y un día me dijo, “intuyo que por el tipo de fotos que subes, escribes y haces fotos de distintas cosas a parte de música”. Yo le dije que sí y él me convenció, porque al principio me daba mucho pudor compartir algo propio.

 

¿Cómo pretendías que funcionara la simbiosis de imagen y texto en el libro?

Personalmente entiendo que un texto expresa de una forma muy clara lo que uno tiene en mente. En una imagen el objetivo también es ese. Pero a mí me gusta que en el libro se llegue a una emoción o un sentimiento a través de elementos a priori muchas veces totalmente despersonalizados, que no tienen nada que ver. Si ves la imagen sola puedes llegar a ese mismo sentimiento, porque creo que hay imágenes que transmiten exactamente lo que yo quiero. Pero me gusta que incluso cuando leas el texto te crees tu propia historia. Un poco lo que pasa con la música cuando una canción trágica a ti te recuerda a cuando conociste a tu primer novio, que sería precisamente todo lo contrario. Entonces, mi idea era que con las fotos pasara lo mismo que con las canciones.

 

«Afortunadamente hemos evolucionado hacia un mundo en el que la imagen es ya una necesidad vital. No hay nada que se comunique sin una imagen»

 

El libro podría incluir una banda sonora…

A mí me encantaría. (risas)

Se trata de un libro sobre sentimientos en el que prácticamente no aparecen retratos. ¿Cómo encuentras esas fotografías?

Es algo que realmente me sucede solo. De hecho, en este libro hay fotografías de 2012 o 2013, hay imágenes que he tomado durante toda mi vida. ¿Cómo llego a esas imágenes? Normalmente tengo un estado de ánimo, paseo, y con ese estado de ánimo en el que estoy mirando el mundo, encuentro una imagen. Sucede de forma natural. Creo que si lo buscara no me saldría. Si yo dijera, “quiero expresar la soledad con árboles”. Probablemente sería imposible. Lo bueno es que he ido guardando todo. Eso es lo bueno de haber sido metódica. Aunque lo hiciera en un momento y luego lo guardara en un cajón, sí que volvía a ello y a la vez me inspiraba para hacer fotos nuevas.

 

 

El libro se compone de 5 capítulos que parecen representar un ciclo amoroso que termina con ‘G.L.O.R.I.A.’ de Patti Smith.

Sí, es justamente eso. No solo vinculado a una relación o a una ruptura o al amor propiamente dicho de pareja. Es como la línea vital que uno pasa hasta que vuelve a empezar y vuelve al inicio o a un sitio. Creo que en la vida nos encontramos con situaciones que son un poco cíclicas que afortunadamente, al menos yo lo entiendo así, acaban con ‘G.L.O.R.I.A.’ de Patti Smith. Pero en otro momento vamos a volver al inicio. La idea era un poco contar un estado emocional a través de canciones, que son las canciones que a mí me hacen sentir más de esa forma.

Incides mucho en el libro en la poca estabilidad de nuestra generación respecto a la vida…

Yo creo que somos una generación que no tenemos una certeza. Igual antes sí que existía la certeza de “si estudias una carrera vas a trabajar, vas a tener tu puesto en una empresa en la que vas a crecer, vas a estar toda la vida, en unos años te comprarás una casa, luego tendrás hijos…”. Estaba todo muy definido. Nos han enseñado o hemos crecido en un entorno de certezas. Y nos hemos encontrado con que hemos dado esos pasos y la vida está todavía por definir. En un momento dado para mí eso supuso pensar “no estoy alcanzando lo que de pequeña yo pensaba que iba a tener con 30 años”.

Ahora sé que me habían metido en la cabeza eso.  Más la sociedad que mis padres, que mis padres son todo lo contrario, la verdad. Pero nos meten eso en la cabeza y lo ves como una frustración, aunque no lo es necesariamente. De hecho, muchas veces no he encontrado la estabilidad hasta que he sido yo la que ha dicho “no me quiero quedar aquí plantada, quiero seguir dando pasos”. Pero sí que es cierto que somos una generación que no tenemos un “para siempre”. O sea, el “para siempre” no existe en casi ninguna faceta de nuestra vida.

 

«La idea era un poco contar un estado emocional a través de canciones, que son las canciones que a mí me hacen sentir más de esa forma»

 

Muchos de tus textos reflejan la dificultad de ser mujer en el ámbito laboral. En tu caso, que has desarrollado gran parte de tu trayectoria en la industria musical, ¿dirías que es una industria machista?

Sí que creo que no es todo lo progresista que parecer que es. Por lo general he tenido suerte con la gente con la que he trabajado, pero en el camino te encuentras con gente que te hace sentir incómoda o que te hace tener que reafirmarte constantemente. Se supone que sí, que la música como la cultura debería ser más abierta y estar más evolucionada, pero sí que veo que ahí todavía quedan muchos pasos por dar. A nivel de artistas, de profesiones más técnicas…

Quizás como me dedico a la comunicación, que es como la profesión de chicas… Cuando dicen eso de que las chicas solo se dedican a la comunicación, creo que resta valor al hecho de trabajar en comunicación como si fuera el trabajo fácil, y no tiene nada que ver. Pero sí que en comunicación la gente está más acostumbrada a tratar contigo como profesional. Igual como fotógrafo, sobre todo al inicio, sí que me fue un poco más durillo. El llegar a un sitio y ser la única mujer y además ser súper joven… Sí que era más duro en el día a día. Yo lo que digo siempre con amigas es que al final esto significa que estaremos muy preparadas ante cualquier situación. Pero me da pena porque no me encuentro con muchas chicas que sean técnicos de sonido o en producción. Cuesta encontrarse con gente. Incluso en programación que es algo menos vinculado al físico. Vamos pasito a pasito.

 

¿Qué diferencias aprecias como fotógrafa cuando estás trabajando y cuando haces fotografía personal?

La verdad es que intento que no haya mucha diferencia. Sé que cuando hago un trabajo para alguien tengo que seguir unos criterios, pero cada vez más intento que si alguien me contrata sea porque le gusta mi fotografía. De hecho, sí que tengo una anécdota de alguien que me dijo “esta foto es demasiado artística, es demasiado personal”. Hace un tiempo sí que pensé “voy a intentar hacer la foto de concierto que todos hemos visto”. Pero creo que como me implico y la música ha estado presente en mi vida desde pequeña, no es un mensaje ajeno a mí. No puedo hacer foto de batalla de “voy a hacer un concierto, mañana fútbol, pasado una rueda de prensa”.

Para mí hay mucha carga emocional en hacerle una foto a un músico. Por lo tanto, es un agente inseparable de lo que luego hago de forma personal. Sí que es cierto que hay conciertos en los que hago fotos y no me gusta el artista especialmente. Pero aun así yo intento siempre capturar una expresión o la parte más íntima de ese momento que es el que a mí me interesa. A veces lo conseguiré, a veces no.

 

«Sé que cuando hago un trabajo para alguien tengo que seguir unos criterios, pero cada vez más intento que si alguien me contrata sea porque le gusta mi fotografía»

 

¿Cuáles han sido tus referentes e influencias musicales y fotográficas?

A nivel musical lo ha sido la música que ha estado presente en mi vida principalmente por mis padres. Mi padre más rock clásico, rock n’ roll delos años 60 y 70; mi madre más The Cure, The Smiths… Cada uno me ha dado una vertiente. De hecho, la parte que al principio yo tenía menos era la música española, que es un poco a lo que me he ido. En casa siempre sonaba música y mi padre tiene un bar donde pincha vinilos. El valor de la música como cultura siempre ha estado en mi casa. Luego llegas a la universidad y empiezas a empaparte de todo.

A nivel fotografía lo pienso y fue algo que me llamó a mí la atención antes de encontrar referentes. Siempre me acuerdo de que cuando venía la típica excursión del cole les decía a mis padres que me compraran las cámaras desechables. Disparaba a morir y ya de paso disparaba a mis amigos. Fotos horribles en la granja escuela y a mi movida totalmente. Luego en los últimos años en el cole empecé a juntarme con gente a la que le gustaba la fotografía y salíamos a hacer fotos. Y después, cuando comencé a estudiar fotografía, empecé a cotillear a los clásicos como a Elliott Erwitt, a Cartier-Bresson…, lo que me flipó.

Además, en la biblioteca de la universidad teníamos muchísimos libros de fotografía, que normalmente son bastante caros. No había una asignatura como tal de fotografía, lo que me dejó un poco coja. Había análisis de la imagen y ahí sí que aprendí. Y cuando llegué a la fotografía musical me empapé de todo lo que pude, siendo Anton Corbijn y Lynn Goldsmith, a parte de Leibovitz, mis dos referentes al 100%. Quizás Lynn Goldsmith es más ecléctica, se adapta más al músico. Pero Corbijn tiene un estilo propio que tú ves la foto y dices: es él. De hecho, cuando hice el libro de Leiva, tenía todo el rato en mi miente, salvando las distancias porque no viajamos por todo el mundo, el libro que hizo.

En un país en el que tanta gente quiere dedicarse a la fotografía, haber publicado dos libros de fotos a tu edad se puede considerar un éxito…

Lo es para mí. (risas)

 

«…cuando le dedicas 24 horas al día a algo, lo que sucede es que, aparte de tener suerte, hay que estar preparado. Si no hubiera tenido el material que tenía cuando me ofrecen publicar el libro, habría sido toda una mentira»

 

¿Qué te ha funcionado a ti para poder dedicarte a la fotografía?

Me ha ido muy bien, pero lo he compatibilizado con más cosas y cada vez me atrevo más a que sea mi único modo de vida. Antes no me había atrevido, no sé muy bien porque, imagino que es porque también me gustan la comunicación y el periodismo, y tampoco quiero dejar una puerta cerrada.

Pero cuando le dedicas 24 horas al día a algo, lo que sucede es que, aparte de tener suerte, hay que estar preparado. Si no hubiera tenido el material que tenía cuando me ofrecen publicar el libro, habría sido toda una mentira. Porque no me voy a poner a generar por generar. No tiene ningún sentido. En este libro hay cosas de 2012 hasta 2019. O sea, que esta propuesta llega después de currar mucho y de hacerlo por gusto. En fotografía, excepto en moda o publicidad, te equivocas si lo estás haciendo para forrarte. Primero, porque para empezar todo el dinero que vas ganando te lo tienes que gastar en equipo. Es un hobby caro. Al principio tienes que trabajar en más cosas.

Yo todas las semanas me doy una vuelta, busco una localización o me pongo a mirar fotos. Es lo que hago cuando tengo tiempo. De hecho, si tuviera más tiempo, si no tuviera que tener un trabajo, podría preparar todo el día cosas creativas. Pero no puedo dedicarme el 100% del tiempo a esto. Ojalá. Esto es el resultado de un trabajo de años. El tiempo libre que yo he tenido para recopilar material.