La palabra pura no sirve para entrar en los chalés donde todavía viven los Falsos Santos. Hasta ahora. ¿Hasta ahora? Se siembra la duda como un olvido de tangos. La democracia real llegará cuando se lancen las Leyes al fondo de los ríos donde los peces aparezcan como renovados hombres. Sólo así será posible aquella frase de Beckford: “Ay de quien temerariamente aspira a saber lo que debía ignorar”. La inteligencia no únicamente se mantiene en los cómicos de las bibliotecas, sino en el rumor que se decide al paso de cada hora. Intuimos un iglú en cada mano, pero normalmente suelen aparecer tórridos constructores que inflan los edificios con el préstamo de los bancos. Hay una comisión de navegantes euros que pasa de cinturón a cinturón sin la verificación de las aguas de los lagos. Son los lagos los que tienen voz democrática, sólo ellos, como una atomización de pueblos enteros. Pero el pueblo. Pero el pueblo cumple, medita, rentabiliza, adjudica su hambre al hambre que no se efectúa en los que más conducen autos impenetrables.
Hay una corrupción de estatuas de mármol que se puede definir como intocable, abisal, dominante de las lecciones de Oxford. Quien actúa al margen de la Ley, mientras quiebra la soldadura que a todos nos une, se instala en la incubación de la Justicia y su voz no se derrite ante el trilero de las gotas benditas. Todo el que fractura las piernas de un mundo ordenado, dado su paisaje de hombre inscrito a la Sábana Blanca del Poder, no siente la amenaza de los disparos de los vaqueros. La Justicia sólo recauda su millón de corchetes ante el que camina por las calles con una sola mochila y un hijo paralítico. La delincuencia política, en su vocación de cascabeles que cuelgan de los cuerpos, no acostumbra a propinar los resultados telúricos que se comunican con las piscinas de las cárceles. Es por eso. Sí. Decimos. Es por eso por lo que las cárceles están vacías. Sólo habitan en ellas mosquitos y herraduras de caballo, pero no hombres con la toga decisiva, pues la toga no se aplica al que aterriza con su avión privado en los aeropuertos donde Brad Pitt filma fotografías ante el cine de esta nueva América en copas de daiquiri.
«La democracia real llegará cuando se lancen las Leyes al fondo de los ríos donde los peces aparezcan como renovados hombres. Sólo así será posible aquella frase de Beckford: “Ay de quien temerariamente aspira a saber lo que debía ignorar”
¿Cuándo acudirá la renovación viviente y natural de los sistemas judiciales? ¿Cuánto tiempo ha de pasar para que el que delinque con sus guantes de boxeo prevaricados se someta a la justa condena como la que equivocadamente se practica a los osos que aparecen en la película de Jean-Jacques Annaud? No hay una horca invisible para los que manejan el calendario de todos nuestros días, realizando de los días una jornada para el cohecho o una tarde loca para la malversación de fondos públicos. Vivimos en dos mundos: el de los que no pueden entrar en los bancos y el que entrando asevera su pertenencia a la Historia de los olivos. Dos mundos. Sí. No lo estamos poniendo en duda. Dos aplicaciones, dos magistraturas, dos Ministerios del Interior.
La identidad, o mejor aplicado, la falta de ella es perfilada como una ausencia de ciudadanía. Eso es punible. Un mundo. Pero el que es identificado como director y maniquí de la palabra superticiosa, redoblando su cuenta bancaria con adstratos del latín, ése no cuaja en el teatro que se da todas las noches a las nueve en punto, donde participan los personajes como títeres en esta gran máscara en que se ha convertido la vida, como siempre ha sido, la vida de hoy y de ayer. Pero ¿y mañana? Dos mundos. Como dos equipos de fútbol en la final del próximo Mundial de Dubái. Unos siempre se llevan el premio de coral y los otros se cortan el pelo para parecer más feos.
Es útil la denuncia, con un grito que llegue hasta los presos siberianos. La denuncia como el Pont Neuf de París desde donde, como una canción de Brassens, los bohemios optaban al agua para emitir la perfecta muerte. Toda muerte inscribe una voz que se levanta contra lo que está vivo pero que no permite el bello existir, porque sólo hay un tiempo que inspira a los que se instalan en la impunidad con el dinero que caduca con los años y se archiva como todo un mester de clerecía. Hasta que el Ministro de la Guerra no acabe en Charenton, en su sadismo de exóticos idiomas, por erigir buques de cartón donde la tropa naufraga como en un cuadro de Delacroix, no dispondremos del ejercicio de una paloma fulgurante que atraviese todos los pechos entretejidos en sus horribles corazas. Hay quienes están uncidos sin haber pasado por el Mercedes de la Crucifixión. Todo error, que viene desplazado desde un Fool on the Hill, no se administra de igual modo si es cometido por aquellos economistas del Crac del 29 o por el Gran Lagarto que lo único que sabe hacer es subirse a los escenarios. Jim Morrison somos todos, pero no los que se elevan por culpa de la educación impartida por los opusdeístas.
«La denuncia como el Pont Neuf de París desde donde, como una canción de Brassens, los bohemios optaban al agua para emitir la perfecta muerte»
Vengamos a la horma, al estilo de la escritura de los jóvenes poetas que escriben en silla de ruedas en los hospitales, para establecer cuáles deben ser los mecanismos para que el Alto Tribunal incinere la vocación de los que introducen sus manos en la Caja de Pandora. Toda caja fuerte viaja a Marbella con la carne convertida en mirra -desde siempre, desde siempre- del obrero que a lo largo de los siglos sigue siendo engañado para construir los nuevos cielos. Pipas de sal que redimen. Panales de Hércules que maniobran contra el amor de las mujeres.
Cuando se pone un espejo al oeste de las acciones del Tesoro, hay quien se mira y se siente profundamente incluido en un mundo que cree que le pertenece, insuflando la duda de un color blanco que jamás oscurece. Decimos. Y repetimos. Porque se está durmiendo Ofelia. Las cárceles siguen estando vacías. El Derecho de Amnistía, cuando se deslumbra una indemnización por un acto maquiavélico, no tiene respuesta ni filosofía cirenaica que lo impida. Estamos sumergidos en un Juicio contra Dreyfus en que la razón de Estado indica cuáles son los movimientos que se deben realizar cuando la Torre Eiffel se mueve por culpa de los vientos con rodillas. J’Acusse de Zola pervive en la Historia como el ejemplo más claro que el delito no es siempre el mismo delito, en todo caso, la influencia del Poder para convertir el bronce en clarines. Cárceles vacías. Como espacios prohibidos para los que fuman. Hay una histeria colectiva en “La Puerta del Infierno” de Rodin donde los trabajadores inocentes como son todos los que trabajan de uno y otro lado con bajas nóminas siguen siendo obligados a actuar en esta nueva forma de esclavitud por los políticos y las grandes élites económicas y militares de las Fuerzas de Seguridad para tratar de manera distinta al reo de oro real acorazado por el Estado que al Lute, todos los Lutes de hoy, que sólo sustraen un animal de los campos castellanos. Castilla ya no es la de Machado, sino la de los que con los cuadros robados del Louvre de París en aquella Francia colaboracionista del siglo XX siguen injertando los olmos secos en los paraísos fiscales.
El sexo gobierna el mundo, junto con las industrias armamentísticas. Sin embargo. Sí, lo vemos por la tele todos los días. Sin embargo, la vida se va haciendo cada vez más abstracta así como va desarrollándose la deformación de la Realidad donde quedan descartados el Juez, el Director General, el Diputado de Sevilla, el Presidente Regional, el Compadreo que ataca la Pampa Argentina con sus fúnebres ramos y toda esta nueva Latinoamérica con 100 caracteres en Twitter con el objetivo de manipular como siempre a los desheredados por culpa de esta colonización que deletrea salvajemente la posverdad a base de hilillos de Fake News.
«Cuando se pone un espejo al oeste de las acciones del Tesoro, hay quien se mira y se siente profundamente incluido en un mundo que cree que le pertenece, insuflando la duda de un color blanco que jamás oscurece»
La Nueva Patria Ultra apela a la violencia, a la falocracia, a la vulneración de los derechos humanos, a los que por denunciar lo que está escrito en esos documentos que los jefes de gabinete le esconden a todos los que viven en todas las Casas Blancas D. F. del Entero Mundo acaban descuartizados en alguna embajada de Turquía. Retorna la cíclica Historia en un zepelín que voló por Sevilla en la década de los años 20 del siglo 20. Pero este nuevo periodismo con un titular de dos sílabas lo oculta todo. Y ahí queda todo: una disculpa, un soborno, una coacción, el corporativismo, los amigos de los enemigos o los enemigos de los enemigos de los que fueron amigos. No lo neguemos. Ahí radica la fiesta del Mundo, la Recesión económica convertida en realitty show para entretener al público. Existe un amor pederasta que no se descubre en Internet, sino en las grandes salas de los hombres de Otoño donde todo se silencia y se cubre con el manto de estos Apóstoles que han diseñado la novedosa religión de la religiosidad como dogma de fe y mercado.
¡Silencio¡ ¡Silencio he dicho¡ ¡Las lágrimas para cuando estés sola¡ La hija de Bernarda Alba ha muerto virgen. Nos hundiremos en un mar de luto. La ciudad en su luto de gas natural y las misas concediendo bulas. ¿Dónde están los Obispos limpiando el patio con escobas de San Juan entre las rejas por donde no se ve ni siquiera el crepúsculo? El Papa Francisco quiere pasear por Roma para ser el que fue en los barrios pobres del Río de la Plata, pero se han empeñado en calzarle botas militares con esvásticas para que no pueda salir de ronda y volver a echarse unos tangos. La cicuta socrática se prepara los domingos por la tarde, después del Ángelus, para que no exista alguien, sólo alguien, uno, una letra, un signo fotovoltaico que se atreva a pronunciar la palabra herética.
Lingotes en las literas, en el Ritz, en las arcas de los que poseen el Sol como una mancha que se filtra en un mundo que no está de pie, en todo caso, en el olvido del solfeo de Mozart. Nos toca, eso creemos, aprender senegalés. Y hay quien dice -en España todos conocemos su nombre: P. C.-, orgulloso de la aznaridad, que millones de africanos lo único que desean es jugar a fútbol en esa cancha que es Bruselas cuyos hooligans son los lobbies del capitalismo de las capitales que siguen guardando en formol aquella trampa que fue el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial del anterior siglo. El Tren. El Tren. Siempre el Tren y los tratados que nos fueron ocultados.
Pero todo va saliendo. Todo sale y pronto se apagará ese falso monumento al soldado desconocido. Conocer. Nos falta conocer lo que ya todos vamos conociendo. Volvamos a arar los campos y regresemos a nuestros pueblos de origen. Permitamos que la naturaleza realice su ciclo natural para que la vida en la tierra nunca más sea taladrada por el hombre. A lo mejor es una ingenuidad. Pero quién sabe si estamos en lo cierto. ¿Y tú, joven que piensas cuando estudias, sigues sintiendo curiosidad?, ¿acaso despejas las dudas que te hacen crear, como seguimos creyendo que ya creas, este tiempo nuevo que es tuyo y nuestro y vuestro y suyo? Los niños ancianos quizá ya están aprendiendo a ordeñar las vacas que pastan los campos en libertad para regresar a la lactancia de los bebés que están a punto de nacer. La leche materna sale en el libro de Darwin. Eso dicen algunos. O muchos. O todos. ¿Nadie?