Guardo un minuto de silencio por Penélope Cruz, por Marta Nieto y por Greta Fernández. Porque cuando una interpretación deja una huella tan fuerte en nuestras mentes como la de Belén Cuesta en La trinchera infinita, el Goya cae porque sencillamente lo merece o porque irremediablemente se lo ha ganado. En su caso, y para casi cualquiera que haya visto la película, lo ganará por ambas razones.
«Belén ya ha plantado su bandera como una de las mejores actrices del cine español. Para mí, la mejor en estos momentos por su inigualable versatilidad»
Belén ya ha plantado su bandera como una de las mejores actrices del cine español. Para mí, la mejor en estos momentos por su inigualable versatilidad. Recordemos cuando su maravillosa Magüi en Paquita Salas buscaba “a la actriz 360, que es buena en comedia y en drama”. Pues bien, se ha encontrado a ella misma mirándose en el espejo. Borda con gracia la comedia, y nos retuerce las tripas cuando se sumerge en el drama, así ocurre en La trinchera infinita, una película donde Belén es capaz de describir con gracia al mismísimo Caudillo, pero también, de hundirse en su propia miseria como una rosa marchita carcomida por el topo al que ama. Belén consigue erizarnos la piel con delicadeza, porque todos llevamos una Rosa dentro de nosotros, un dolor que no verbalizamos, una jaula invisible. La andaluza despliega un poder interpretativo que, posiblemente, no le habíamos visto hasta ahora. Esa quemazón la transmite como nadie, y ese cambio de registro es lo que la erige como una apuesta ganadora en casi cualquier batalla.
Creo firmemente en que su humildad es el sólido fundamento de todas sus virtudes y es improbable que hoy en día encontremos a una actriz más honesta con su trabajo. Borda su personaje arrancándose de las venas cualquier atisbo de timidez o contención. Su minuciosidad se vuelve un arte. Lejos de caer en la monotonía de papeles que la devoran, Belén Cuesta se entrega en cuerpo y alma a cualquier personaje que se le ofrezca. Lo moldea, lo hace suyo y pare otra interpretación que provoca un picor en las manos que solo podemos aplacar con aplausos.
«Creo firmemente en que su humildad es el sólido fundamento de todas sus virtudes y es improbable que hoy en día encontremos a una actriz más honesta con su trabajo»
El corazón que le pone la actriz a Rosa eleva lo que podría ser una simple reedición de un manido romance en medio de un conflicto bélico, a una película que nos deja cicatriz, que nos conmueve porque se pone delante de nosotros y nos habla de lo terriblemente doloroso que fue querer en España durante mucho tiempo.
Dijo de ella Javier Ambrossi que “ningún papel le queda grande porque construye los personajes desde la más absoluta verdad”. Este año, el Goya a Mejor Actriz tiene nombre propio. Porque no es nada fácil ser viuda de puertas para fuera, y esposa de puertas para dentro. Ha dado un paso hacia la eternidad y nos ha dejado ser testigos de ello. Porque no es nada sencillo equilibrarse con tanta sutileza y armonía entre la comedia y la miseria. Eso solo puede hacerlo, hoy en día, Belén Cuesta.