Disculpen esta pequeña excentricidad. En la Semana Santa, se me ocurrió dedicar unas líneas al proceso penal contra Jesús de Nazaret, sus irregularidades y problemáticas procesales. Por honestidad, debo aclarar que no se trata de un artículo de historia del derecho, sino de un ejercicio de ucronía, es decir, de reconstruir un episodio histórico con ficciones o hipótesis apenas fundamentadas ante la falta de documentación y evidencias.
Si bien una minoría de historiadores cuestionan la existencia de Jesucristo, por considerar las pruebas que la sostienen demasiado débiles, la mayoría sostiene la posición contraria. Veamos en él al Redentor de la humanidad o a un líder religioso sin más, la historiografía hebrea y romana recogen suficientes testimonios de su existencia, su juicio y su crucifixión.
“En la Semana Santa, se me ocurrió dedicar unas líneas al proceso penal contra Jesús de Nazaret”
La tradición musulmana es la única que cuestiona su muerte. Según el Corán, Alá le puso a Judas la cara de Jesús, de modo que el apóstol traidor fue quien acabó clavado en el madero. En cuanto a Jesús, los musulmanes le consideran con Mahoma el único profeta que no murió, sino que ascendió a los cielos.
Los detalles del proceso sólo nos han llegado a través de los Evangelios. Los líderes religiosos del pueblo judío ya se habían propuesto hace tiempo matar a Jesús. De hecho, mucha gente dudaba de que ese año apareciera por Jerusalén para celebrar la Pascua hebrea, pero sí que se presentó.
“los musulmanes le consideran con Mahoma el único profeta que no murió, sino que ascendió a los cielos”
Aunque predicaba durante el día en el Templo, Jesús mantenía en cierto secreto donde dormía y, en general, donde pasaba el tiempo cuando no hacía vida pública. Esto explica porque por el sanedrín o consejo de sacerdotes necesitaron sobornar a Judas Iscariote quien lleva a los criados y guardias de los sacerdotes al huerto de Getsemaní, donde parece que el Maestro solía ir a rezar y a meditar. El Evangelio de San Juan nos deja una descripción particularmente agria de Judas. Según narra, se aprovechaba de su cargo de responsable de la bolsa donde los apóstoles guardaban el dinero para los pobres, para robar cantidades para sí. Ya veis que los tesoreros corruptos vienen de lejos.
Jesús se entrega voluntariamente a la turba que viene a capturarle. A partir de ahí, empieza su peregrina judicial. Primero comparece ante Caifás, al Sumo Sacerdote, acusado de herejía, de proclamarse el Mesías. Caifás da por buena la acusación. Entonces le llevan al Palacio donde Herodes, tetrarca de Galilea, residía en Jerusalén.
“Judas Iscariote quien lleva a los criados y guardias de los sacerdotes al huerto de Getsemaní”
Frívolo y despreocupado, el hombre que ejecutó a San Juan Bautista porque su hijastra le bailó una hermosa danza, había oído hablar de Jesús y esperaba que amenizaría su banquete pascual con algún milagro. Decepcionado ya que Jesús ni siquiera contesta a sus preguntas, aún menos, Herodes se lo envía a Poncio Pilato, Procurador romano de Judea, o sea, el gobernador del protectorado romano. Para colmo, este se lo devuelve a r a Caifás y a Herodes, quienes, a su vez, se lo reenvían a Pilato.
¿Por qué ocurre semejante periplo? Pues, por lo que hoy llamaríamos competencia judicial. En concreto, competencia personal y objetiva o de materia.
Palestina era entonces una Provincia Romana, pero, como en la mayor parte del imperio, las autoridades romanas convivían y salvaguardaban las instituciones locales. A la muerte de Herodes I el Grande (4 a.C.), al que se atribuye la matanza de los inocentes, Augusto dividió su reino entre sus cuatro hijos, llamados tetrarcas: Herodes Arquelo, Herodes Antipas, Herodes Filipo y Herodes Lisanias. A la familia no le preocupaba mucho esto de la originalidad con los nombres.

Nuestro Herodes es Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea. Si miramos el mapa, vemos que Jerusalén no forma parte de su dominio. ¿Por qué era entonces el “rey” competente para juzgar a Jesús? Por lo que hoy llamaríamos jurisdicción personal. Nazaret era una de las ciudades de Galilea. Aunque se encontrara en Jerusalén, Jesús era galileo y, por lo tanto, súbdito de Herodes Antipas. Al ser la blasfemia un delito religioso, los sacerdotes del sanedrín eran los responsables de juzgarle, pero la ejecución de la condena correspondía al tetrarca de la región a la que pertenecía el acusado.
El problema es que los judíos no podían ejecutar a nadie durante la Pascua. Por eso, le pasaron la pelota a Pilato, quien, por su parte, se inhibió alegando que él no era competente para juzgar crímenes religiosos como la blasfemia en la fe hebrea. Sorpresivamente, el sanedrín cambia su acusación. Jesús no es un simple blasfemo, sino un sedicioso que se proclama Rey de los Judíos porque planea una revuelta contra el César.
“Jesús era galileo y, por lo tanto, súbdito de Herodes Antipas”
La sedición, entendida en el derecho penal romano como la rebelión violenta y organizada de grupos o pueblos que vivían en el Imperio, sí era un delito de competencia exclusiva de las autoridades romanas. Y su castigo era la muerte por crucifixión, una de las más horribles modalidades de ejecución de la historia.
A veces se piensa que el crucificado muere de hambre, pero en realidad se asfixia. Conforme sus hombros se dislocan por efecto del peso, los intestinos, el hígado y el estómago le aplastan a los pulmones. Cuando se quería acortar su sufrimiento, se rompían las piernas del condenado
“el crucificado se asfixia […] los intestinos, el hígado y el estómago le aplastan a los pulmones”
Pilatos no tarda en darse cuenta que las acusaciones contra Jesús carecen de fundamentos. Los Evangelios mencionan que su mujer le pidió que no ejecutara a aquel hombre. Probablemente, el propio Pilato ya había oído hablar de aquel nuevo profeta, pero, si no sabía nada de Jesús, debió de hacerse informar para comprender por qué querían matar a un inocente.
No hay detalles al respecto en los Evangelios. Quizás sus agentes le contaron que Jesús era una especie de mago-curandero, un vidente o algo parecido. ¿Quién sabe si no le contaron que este rabino excéntrico peregrinaba de allí para allá, con un séquito de pobres, leprosos, prostitutas, mujeres solteras y dementes, siguiéndole? De lo que, sin duda, se informaría a Pilatos es de la crisis de Galilea y de la expulsión de los cambistas del Templo.
“Probablemente, el propio Pilato ya había oído hablar de aquel nuevo profeta”
Antes de la llegada de los romanos, los judíos ya habían sufrido la opresión de otro pueblo infinitas veces. Egipcios, asirios, persas y macedonios habían tiranizado a los hebreos mucho antes de que, con la excusa de intervenir en una guerra civil, Pompeyo redujera Judea al vasallaje (63 a.C.). Ya bajo el dominio asirio y persa, los judíos habían esperado la venida de un Mesías, un nuevo rey David, que les devolviera la independencia.
Al principio, muchos interpretaron que Jesús podía ser ese mesías, pero él se negó a desempeñar semejante rol. Su pacifismo le lleva a defender el pago de impuestos al César. Entre sus discípulos hay cobradores de impuestos, como san Mateo. Trabajar para los romanos, suponía perder el respeto de la comunidad hebrea, especialmente, de sus sectores más religiosos como fariseos o Doctores de la Ley. En suma, rechazaba de pleno la rebelión. Esto le costó la pérdida de no pocos partidarios en un episodio que algunos historiadores denominan la crisis de Galilea.
“los judíos habían esperado la venida de un Mesías, un nuevo rey David, que les devolviera la independencia”
Además, Pilato debía conocer el episodio de los mercaderes del Templo, o mejor dicho los cambistas. La Tora prescribe a los hebreos una serie de rituales consistentes en ofrecer algunos animales en sacrificio. Como regla general se trata de animales del ganado, machos y sin tara.
Para una familia normal ya hubiese sido difícil llevar su ganado desde su ciudad a Jerusalén, pero, aunque lo hubiesen conseguido, los sacerdotes hubiesen rechazado el holocausto de su animal, con la excusa de que tenían alguna tara o defecto. Abusando así de su autoridad, los sacerdotes obligaban a la gente a comprarles sus propios animales para los sacrificios. Los cambistas del Templo te cambiaban dinero por un animal, supuestamente sin defecto.
“Abusando así de su autoridad, los sacerdotes obligaban a la gente a comprarles sus propios animales para los sacrificios”
Tamaña perversión de la autoridad religiosa provoca la ira de Jesús. Por eso les expulsa del Templo. Probablemente, se trató de la gota de colmó el vaso. Aquel profeta excéntrico amenazaba su autoridad moral ante el pueblo y más importante aún, su más lucrativa de sus fuentes de riqueza.
Como Jesús tenía muchos partidarios había que proceder lo más rápido posible y no darle tiempo para que volviera a esconderse. Esto explicaría la urgencia.
Pilato se niega a ejecutar a Jesús. No ve culpa en ese hombre. Decide ordenar a sus guardias que lo apalicen, pensando que será castigo bastante, que luego el sanedrín se avendrá a soltarlo. Pero en vez de eso, el sanedrín le chantajea: Si no le condena, no es amigo del César.
“Como Jesús tenía muchos partidarios había que proceder lo más rápido posible y no darle tiempo para que volviera a esconderse”
Pilato debió de entrar en pánico. Aunque Jesús no fuese un verdadero rebelde, tal vez, alguien podía usar el rumor de que había socorrido a un enemigo del César, podía costarle literalmente la vida. El emperador reinante, Tiberio, distaba de ser un hombre razonable. A veces una sospecha bastaba para que te condenara a muerte.
Sin embargo, intenta una última artimaña para salvar a un hombre inocente. Los que dicen entregar a Jesús por lealtad al César ¿a quién le pedirán que indulte? ¿A un faso rebelde como él? ¿O a Barrabás? Aunque es costumbre describirlo como bandido, las palabras no siempre se traducen bien. Además, su significado cambia con el tiempo. Si hoy escribiéramos la historia de Jesús, más que bandido o criminal, a Barrabás le llamaríamos revolucionario, rebelde o, quizás, guerrillero.
“Aunque Jesús no fuese un verdadero rebelde, tal vez, alguien podía usar el rumor de que había socorrido a un enemigo del César, podía costarle literalmente la vida”
Pero ya sabemos el final de la historia. Se pidió el indulto de Barrabás, quizás, porque, precisamente, él si era un rebelde querido por gran parte de los judíos. Herodes antepuso su interés a la justicia y prevaricó una sentencia de muerte. Jesús fue crucificado al lado de dos criminales. Uno de ellos, san Dimas, el que se arrepintió se considera en la tradición cristiana el primer ser humano en entrar en el Paraíso.
¿Y qué fue de sus verdugos? No estamos seguros. Una vez más las fuentes históricas son inconclusas. Sacrificar a un inocente, al final, no salvó la carrera política de Pilato. El sucesor de Tiberio, Calígula, el más loco de los emperadores romanos lo condenó a muerte, permitiéndole quitarse la vida antes. En cuanto a Caifás, seguramente, murió asesinado durante el saqueo de Jerusalén en el año 70, cuando los romanos aplastaron la rebelión judía y destruyeron el segundo Templo, el primero, el de Salomón, lo destruyeron los Babilonios. Sólo el Muro de las Lamentaciones ha llegado hasta nuestros días.