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No siempre hace falta ver una película hasta el final para saber cómo acaba. A veces, los primeros minutos bastan para prever el desenlace sin margen de error. Las elecciones de ayer en Turkmenistán, sin duda, equivalen en política a uno de esos aburridos guiones de cine.
Con la excepción de Kirguistán, que, tras la Revolución de los Tulipanes (2010), ha experimentado alguna democratización real, los países de Asia Central viven sumidos en regímenes marcadamente autoritarios. Básicamente, mantiene el poder la misma gente que gobernaba en la época soviética. Vaya, como nadie es inmortal, los relevos generacionales han sido inevitables, pero ya me entendéis. No es solo que manden los mismos es que ni siquiera lo hacen con métodos distintos.
“mantiene el poder la misma gente que gobernaba en la época soviética”
A tayikos, kazajos, turkmenos, uzbecos y otras minorías de la zona, la Caída del Muro de Berlín les ha sabido a poco.
En 1985 ascendió a la Secretaría General del Partido Comunista en la República Soviética de Turkmenistán un ingeniero industrial, Nyýazow. Políticamente, hay que ubicarlo en el “ala dura” del comunismo soviético. Criticó abiertamente a Gorbachov por sus reformas y la Perestroika. Más aún, en agosto 1991, se posicionó a favor del golpe de Estado contra el último Presidente de la URSS.

Tanto apego al comunismo no tendría, si tras la disolución de la URSS apenas tuvo problemas para enterrar a Marx y al comunismo. Se convirtió en el primer Presidente de un Turkmenistán independiente, cargo que mantendría hasta su muerte en 2006.
Como los ex líderes comunistas de las nuevas repúblicas centroasiáticas, Akáyev en Kirguistán, Karimov en Uzbequistán, Nazarbáyev en Kazajistán o el todavía reinante Rahmón en Tayikistán, Nyýazow implantó una dictadura basada en un nacionalismo étnico radical y el personalismo. El antiguo uniforme soviético, encontró en los trajes tradicionales su reemplazo. La oz y el martillo, El Capital y las teorías comunistas se sustituyeron con elementos folklóricos y, a menudo religiosos. Como Rahmón, Nyýazow abrazó el islam. En cuanto a efigie de Lenin, el propio dictador se avino a ofrecer su rostro como alternativa.
“Nyýazow implantó una dictadura basada en un nacionalismo étnico radical y el personalismo”
Además de ser incluso más severo que sus homólogos gobernantes de Repúblicas ex soviéticas en Asia Central, Nyýazow se hizo famoso por sus excentricidades. Para sacarse el permiso de conducir, ir a la universidad o convertirse en funcionario, todo turkmeno debía memorizar algunos de sus poemas y pasajes de su Ruhnama. Inspirándose en el libro Rojo de Mao y el Libro Verde de Gadafi, Ruhnama (El libro del Alma) se compone de dos volúmenes, el primero destinado a recopilar versiones de leyendas y héroes turkmenos. El propio Nyýazow cierra este volumen con su vida, presentándose como un luchador contra el imperialismo soviético. El segundo volumen, enlaza el pensamiento de Nyýazow con el Corán.
Tal culto dio a su Ruhanama, que hizo una réplica del libro a escala ciclópea para ubicarla en medio de una plaza principal de la capital. No se trata de una estatua del libro, sino de una edición gigante, literalmente, se pueden pasar sus páginas.

Otras excentricidades de este dictador fueron el amor a su madre. La cosa llegó al extremo de que prohibió al pueblo el uso de las palabras “pan” y “Abril”. Tanto el alimento como el mes se rebautizaron con el nombre de la madre de Nyýazow.
La sucesión de Nyýazow recayó en su hombre de confianza: Gurbanguly Berdimuhamedow, vice primer ministro y ministro de sanidad de Nyýazow. Sin embargo, el motivo por el que el difunto presidente confiaba tanto en su sucesor era un motivo mucho más pedestre: Berdimuhamedow había sido el dentista de Nyýazow. Según se conocen, el dictador sentía verdadero pánico a visitar al médico de la dentadura, hasta que conoció a Berdimuhamedow, quien demostró una gran habilidad profesional para hacerle más ligero el mal rato. En señalar de agradecimiento, Nyýazow le aupó a puestos de poder, le enriqueció sin medida y le señaló como su sucesor.

Berdimuhamedow ejerció de Presidente de Turkmenistán hasta marzo del año pasado. Entonces le pasó el testigo a su hijo Serdar Berdimuhamedow. No obstante, no ha abandonado el poder por completo. Mantiene un fuerte control del Partido Democrático, fundado por Nyýazow.

Desde 2021, ejerce de Presidente del Consejo del Pueblo, un híbrido entre senado y tribunal constitucional. Por descontado, no supuso problema alguno que 2021 aún era Presidente del país y por lo tanto, la constitución le prohibía ejercer otros cargos. Además, el pasado 21 de enero, su hijo le nombró “Líder Nacional”, cargo que le concede inmunidad absoluta a nivel internacional, así como la posibilidad de participar en cualquier las reuniones de cualquier institución del país.

Padre e hijo han operado algunas tibias reformas. Han abandonado el personalismo patológico de su predecesor. Han reformado algunas instituciones. Entre ellas, el citado Consejo del Pueblo, que antes era un senado, y ahora se ha convertido en el “órgano supremo de la autoridad del Estado” haciéndose con la posibilidad de aplicar e interpretar la constitución.
También legalizaron el multipartidismo. Ayer varios partidos fueron a las elecciones. Pero ya se sabe que, en las dictaduras, las garantías de cumplimiento de la legalidad escrita escasean. ¿El resultado de estas elecciones? Muchos diputados oficialmente independientes formarán la mayoría del parlamento, el Partido Democrático tendrá una buena cantidad de diputados y quizás se conceda a la oposición algún representante testimonial.