El lugar común de la opresión sobre el sexo femenino consiste en su objetualización en mayor o menor grado. Más que una interacción humana en condiciones de igualdad, a la mujer se la trata entonces como un bien, una cosa, algo que se posee, se compra o se ocupa si se desea cuando se tiene la fuerza y/o poder para ello. De las muchas formas en que se menoscaba la dignidad de la mujer, ignorando su voluntad, deseo hablaros de dos modalidades poco conocidas en occidente: las devadasi y los matrimonios coránicos.

«De las muchas formas en que se menoscaba la dignidad de la mujer, ignorando su voluntad, deseo hablaros de dos modalidades poco conocidas en occidente: las devadasi y los matrimonios coránicos»

Las devadasi forman parte de la tradición religiosa del hinduismo. Se trata de niñas que sus padres venden a un templo a fin de que se prostituyan para su divinidad. En otras palabras, para los sacerdotes. Los réditos de sus ganancias se destinan al sostén del templo y sus ministros religiosos. De hecho sus clientes son peregrinos religiosos que visitan el templo al que están adscritas. Remarco la condición de “niñas” ya que la tradición dicta que deben ser mujeres de muy corta edad, siendo preferente si son pubescentes o ni siquiera han empezado a madurar hormonalmente. La franja de edad inicial de las víctimas de esta modalidad de trata oscila entre los diez y los doce años.

¿El tiempo de servicio? De por vida. Si bien, a partir de cierta edad se las aparta de la prostitución y se las destina a otras funciones. Casi no hace falta decir que las devadasi no suelen vivir mucho, pues sus condiciones higiénicas, alimenticias y de salubridad son muy deficientes.

«Las devadasi forman parte de la tradición religiosa del hinduismo. Se trata de niñas (la franja de edad inicial oscila entre los diez y los doce años) que sus padres venden a un templo a fin de que se prostituyan para su divinidad. En otras palabras, para los sacerdotes»

¿El gobierno indio no ha hecho nada? Pues ocurre un poco como con el rígido sistema de castas. En las zonas metropolitanas que uno sea intocable o paria, en principio, es un problema menor. En cambio, el mundo rural hindú persiste en este férreo y brutal sistema de clases y en otras costumbres como la de las devadasi. La fuerza de la sociedad tradicional es muy fuerte en ciertas zonas y… muy numerosa en votos. De ahí las dificultades para que el gobierno tome contundentes cartas en el asunto.

Como decía, la tradición pesa mucho. Los padres que venden/entregan a sus hijas al templo lo consideran en muchos casos un honor. En otros, simplemente es un alivio económico para la familia. Esta tradición de proxenetismo eclesiástico también existe en Nepal, allí se las conoce como devaki.

A propósito, durante la colonización británica de la India, Pakistán y Bangladesh, a diferencia de otras tradiciones hindúes que sí fueron reprimidas por ley, como la costumbre de que la viuda se arrojara –o fuera arrojada- a las llamas de la pira funeraria de su esposo, ni las devadasi ni los matrimonios forzados llamaron la atención de las autoridades inglesas.

Vamos ahora con los matrimonios coránicos. Estos son una modalidad muy particular y poco conocida de matrimonio forzado que se da sobre todo en Pakistán, aunque puede encontrarse, de modo más excepcional en comunidades musulmanas de otros puntos del globo. Consiste en casar a una hija con el Corán. Sí, sí, con el libro.

Por si alguien se lo pregunta no, el Corán no recoge esta extraña forma de vínculo marital. Su origen tiene poco o nada que ver con la religión y sí mucho con el dinero. Veréis esta costumbre se práctica en las familias de terratenientes, mientras que es desconocida entre los pobres. Casar a tu hija con el Corán significa que no tendrás que pagar una dote, ni en forma de dinero ni de tierras, de modo que el patrimonio se mantiene en la familia y pasa menos indiviso a la siguiente generación masculina. Y si ya podemos casar a nuestra hijo con la hija de un pariente, una prima lejana, mejor que mejor para el patrimonio del clan.

«Casar a tu hija con el Corán significa que no tendrás que pagar una dote, ni en forma de dinero ni de tierras, de modo que el patrimonio se mantiene en la familia y pasa menos indiviso a la siguiente generación masculina»

A esta especie de monacato se está predestinada desde niña, según la decisión del padre. Así, las esposas coránicas rara vez han ido a la escuela, ni suelen salir mucho de su casa. Desde su infancia son confinadas en un severo aislamiento. Su educación se resume en el aprendizaje memorístico de una serie de oraciones y muy a menudo no incorpora la alfabetización. En efecto, muchas se casan con un libro sin saber leer. Se quedarán en casa para siempre, rezando y poco más.

Pese a las denuncias de numerosas ONGs, estas prácticas siguen siendo demasiado corrientes y no parece haber mucha voluntad política, ni en Pakistán ni en la India, por abolirlas.