El Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, de la Fundación Fad Juventud, presentó el pasado 10 de mayo una investigación sobre adolescentes y masculinidad.

Analizar las opiniones de los jóvenes tiene un valor absoluto elevado, puesto que la conducta de los movimientos estudiantiles y juveniles es, siempre lo ha sido, un buen biomarcador de la sociedad.

El trabajo de Fad, de carácter cualitativo, recoge algunas afirmaciones que se producen reiteradamente entre la mocedad, como que «el feminismo busca perjudicar a los hombres» (34,7%), «que se utiliza como herramienta política» (38,1%) o «que no se puede debatir con feministas porque enseguida te acusan de machista».

Beatriz Martín, directora general de Fad Juventud, ha resaltado que no es que los chicos nieguen la violencia de género o los avances logrados gracias al feminismo, sino que la percepción general sobre el feminismo es que «el de antes sí era positivo», mientras el actual «es extremo» y «va contra la igualdad».

«Una de las ideas más repetidas durante las conversaciones con los adolescentes es que eres culpable hasta que se demuestre lo contrario”, ha subrayado Martín.

Conclusión: “A pesar del éxito social del movimiento feminista, con el que se identifican una mayoría de jóvenes (46,4%), en los últimos cinco años estamos viviendo un aumento del antifeminismo entre los adolescentes que considera que el feminismo ha impuesto un pensamiento único”.

¿Sorprenden los resultados de este análisis? Pues no y sí.

#No, porque basta con darse una vuelta por las redes sociales para ver que esas ideas están presentes, de forma continuada, en los mensajes que se trasmiten y con independencia del género de quien habla.

El activismo juvenil, antes callejero y de enfrentamiento, ha pasado a ser activismo en línea, de ahí la importancia de acudir a las redes para tomar el pulso social. El clickactivismo es práctica habitual y las nuevas tecnologías han devenido en herramientas fundamentales de organización y participación política para los jóvenes. En este marco, las redes sociales juegan un rol fundamental para manifestar su descontento ante un sistema en el que no se sienten representados políticamente (1).

Los resultados del trabajo son coherentes con los mensajes habituales en redes, que consideran al feminismo de nuestros días, en gran parte, como absolutista.

Ninguna sorpresa por este lado.

#Sí, porque estamos en presencia de una generación -adolescentes de 14 a 17 años- que ha recibido educación específica sobre igualdad y feminismo. Una juventud que, en escuela e instituto, ha celebrado el 8 de marzo, que ha trabajado la idea de transformar las relaciones sociales, de lograr la paridad y eliminar cualquier forma de discriminación o violencia contra las mujeres.

Que el final de este camino sea un aumento del antifeminismo, da mucho que pensar.

Porque algo se ha hecho mal, muy mal, cuando un movimiento basado en la igualdad y el respeto ha pasado a ser sentido como opresor y totalitario.

Lo que corre por las calles, virtuales o no, es que las distintas olas del feminismo han evolucionado hacia un modelo cuasi religioso de pensamiento; que, a fuer de luchar contra el patriarcado, una parte del movimiento ha copiado su modus operandi y ahora dicta cómo vivir; que ha olvidado que la diversidad es un valor social incuestionable.

El feminismo clásico español no parece ser consciente de que sus acciones, sus discursos, sus mensajes alejan a las nuevas generaciones. Y, visto lo acaecido en las recientes elecciones municipales, también a las viejas.

La brecha entre su ideario y la sociedad es cada vez mayor y más y más personas lo objetan y abren interrogantes sobre cuestiones presentadas como muy relevantes. El fiasco de la Ley del «solo sí es sí», promulgada por el «el gobierno más feminista», no ayuda precisamente a apreciar, positivamente, la bondad de acciones vendidas como avances.

Lo que los jóvenes están diciendo es que perciben que se ha mutado igualdad por imposición hegemónica. Están diciendo que rechazan los postulados, las acciones, el mensaje de un feminismo que, sin expresarlo en esos términos, barruntan como imagen en espejo del machismo.

No soy quien para juzgar ni para ir más allá de unas reflexiones solo y a solas, pero, reitero, alguien debería darle una profunda vuelta a lo que nuestros chicos y chicas están diciendo. Que no es que no les llegue el mensaje feminista, es que lo que les llega lo viven como un retorno al pasado o como una coacción.

Mantener líneas de acción cuando los resultados son contrarios a lo propuesto no tiene razón de ser. La frontera entre progreso y retroceso es delgada y, cuando las cosas no se hacen bien, el efecto alcanzado es, paradójicamente, el contrario al deseado.

Los movimientos feministas, la sociedad toda, no pueden ignorar la evidencia. Porque, de hacerlo, perderemos a los jóvenes y perder la juventud es perder el futuro.

1.- Clic Activismo, redes virtuales, movimientos sociales y participación. Maryan Henríquez Ayala; F@ro: revista teórica del Departamento de Ciencias de la Comunicación; Chile