El mandato del actual Presidente Somalí, Mohamed Abdullahi Mohamed, expiró el pasado febrero. Ni se habían convocado elecciones ni había previsión de hacerlo. Esto disparó las tensiones con la oposición. En especial, le sentó muy mal a… la oposición armada.
La Unión Africana y varios Estados lograron que se llegara a un acuerdo en Kampala. En la capital ugandesa, se decidió que en octubre habría elecciones. Pero estamos en enero… y nada indica que vayamos a ver elecciones.
«El mandato del actual Presidente Somalí expiró el pasado febrero. Ni se habían convocado elecciones ni había previsión de hacerlo.»
Abudullahi mantiene que no se eternizará en el poder, aunque poco o nada se esfuerza por poner fin a su mandato prorrogado. Mientras, en la esfera internacional y en Somalia, más voces se suman al coro que le acusa de usurpador y exigen que se aplique la línea de sucesión. En otras palabras, que se declare vacante la presencia y, de acuerdo con el art. 94 de la Constitución de 2012, el Presidente de la Cámara Baja o Cámara del Pueblo convoque elecciones como Presidente interino.
Claro que ese escenario inquieta más que tranquiliza. Somalia lleva tres décadas en un escenario de guerra civil que no termina de apaciguarse por completo y cualquier tensión adicional puede desembocar fácilmente en una catástrofe.
«Somalia lleva tres décadas en un escenario de guerra civil»
Si existe un ejemplo paradigmático del Estado fallido, sin duda, es este país. Aterradores niveles de pobreza, sequías devastadoras, plagas, enfermedades, hambrunas, la tasa más alta del mundo de mutilación genital femenina (98% de sus mujeres), señores de la guerra y piratas… no es de extrañar que Somalia se haya descrito como un problema sin solución.
En el mapa Somalia parece bumerán superpuesto en el Cuerno de África. Sus fronteras son la suma de dos colonias: la Somalia italiana, que ocupa toda la costa índica, y la Somalia inglesa o Somaliland, que se encuentra en el interior del mar Rojo.
Aunque ambas se independizaron por separado en 1960, el acuerdo de federación se hizo efectivo en cinco días. Esto convirtió a Somaliland en el Estado independiente ampliamente reconocido con la vida más breve de la historia.
Inicialmente los somalíes aspiraban a integrar también la Somalia francesa, actualmente Yibuti, en el nuevo país. Sin embargo, las tensiones étnicas entre la población somalí (60%), la minoría afar (35%) y los extranjeros en su mayoría franceses propiciaron que el pequeño país rechazara la unión. Su independencia se haría esperar una década, hasta 1970.
«Somalia es la suma de dos colonias: la Somalia italiana y la Somalia inglesa o Somaliland«
¿Cuál era la situación del nuevo país? Dentro de lo que cabe no era mala, pero tampoco se puede hablar de bienestar. Las secuelas de la guerra aún se advertían en la región.
A excepción de El Magreb, el Cuerno de África fue el frente más sangriento de la Segunda Guerra Mundial en el continente. En 1935 Mussolini invadió Etiopía desde sus colonias de Somalia y Eritrea. Pese a que el ataque causó el rechazo de la Sociedad de Naciones, de la que el Imperio Etíope era miembro, la brutalidad de sus horrores no se conocería hasta tiempo después. Il Duce no dudo en recurrir a fusilamientos masivos y empleo de gases tóxicos sobre las aldeas civiles.
«el Cuerno de África fue el frente más sangriento de la Segunda Guerra Mundial en el continente»
En 1940 las tornas cambiaron. Los británicos sometieron a los italianos a sucesivas derrotas y a mediados del siguiente año todo el Cuerno se hallaba bajo control del Reino Unido. Una vez acabada la guerra, las Naciones Unidas nombraron a Italia potencia tutelar de la Somalia italiana imponiéndole el deber de prepararla para la independencia. Por su parte, Eritrea fue anexionada por Etiopía.
Ninguna potencia colonial llevó a sus colonias a la independencia en condiciones honestas. En la mayoría de los casos, el control económico de sus recursos naturales se aseguró mediante la imposición de contratos anteriores a la independencia, así como el apoyo a guerrillas y golpes de Estado imposibilitando la consolidación de los nuevos Estados abrumados por tales oleadas de inestabilidad. Este fenómeno se ha denominado neocolonialismo. No obstante, incluso entre los malos están los peores.
«las Naciones Unidas nombraron a Italia potencia tutelar de la Somalia italiana»
La medalla de oro a la deshonestidad en la descolonización está muy reñida entre Francia y Bélgica. Después de postergar todo lo posible la independencia de sus colonias, nos consta que hasta calcularon cuántos meses tardarían en colapsar los nuevos países por falta de ingenieros, médicos, arquitectos y mano de obra cualificada…
En brutalidad, la competencia también es ajustada. El gobierno Afrikáner de Sudáfrica, extendió su régimen de apartheid a Namibia (ocupada hasta 1990) y apoyó la dictadura de Smith en Rhodesia (Zimbabue actual) igualmente basada en el apartheid. El Portugal del Estado Novo sometió a sus colonias, especialmente, Angola y Mozambique, a décadas de sangrienta guerra. El coste para el pequeño país y sus jóvenes, obligados a luchar por los territorios de ultramar, condujo al colapso de la dictadura lusa en 1974 con la Revolución de los Claveles. Además de la guerra de Argelia, Francia mantuvo su puño de hierro sobre sus colonias sin problemas de conciencia, siendo especialmente atroz el baño de sangre que Madagascar tuvo que pagar para poner fin al dominio galo.
Ironías del destino, la España franquista se vio atrapada en la contradicción de convocar elecciones libres y multipartidistas en Guinea Ecuatorial antes de darle la independencia en 1968. El ministro de exteriores y reformista infiltrado en la dictadura, Castiella inspiró y desarrolló el proyecto, pese a la oposición de Carrero Blanco. Desgraciadamente, el total desentendimiento por la colonia tras su independencia y las escasas infraestructuras instaladas, facilitó que el Presidente Macías aboliera la democracia estableciera uno de los regímenes dictatoriales más demenciales de la historia, hasta ser derrocado y ejecutado por su sobrino, Teodoro Obiang, el actual dictador. Más o menos con la misma despreocupación se abandonó el Sahara Occidental en manos de Marruecos en 1975.
«la República Italiana trató sinceramente de dotar a Somalia de infraestructuras»
Durante la descolonización, el Reino Unido se comportó con relativa decencia en general, aunque salvaguardando siempre sus intereses económicos. Su Somaliland no fue una excepción. Sin embargo, quizás por mala conciencia, la República Italiana se esforzó más que nadie y trató sinceramente de dotar a Somalia de infraestructuras. Pero ya se sabe que el infierno está empedrado de buenas intenciones y es que, pese a sus esfuerzos, los logros italianos dejaron mucho que desear.
Los primeros años después de la independencia no fueron fáciles. Sin embargo, se logró establecer una democracia presidida por Abdirashi Ali Shermarke y su partido, Juventud Somalí. El asesinato del presidente en 1969 dio paso a un rápido golpe de Estado militar apoyado por una revolución de signo izquierdista que colocó al general Mohamed Siad Barre al frente del país.
«Un golpe de Estado revolucionario puso al general Mohamed Siad Barre al frente del país»
Barre inició una política de nacionalización de bienes extranjeros, empresas y se aproximó a la Unión Soviética que le apoyó de forma generosa. Entre los logros más duraderos de su gobierno, se encuentra la fijación de escritura y reglas ortográfico-gramaticales del somalí.
Para muchos historiadores, como el voltaico, Ki Zerbo, los primeros cinco años de su gobierno fueron los más prósperos de toda la historia para Somalia. Toda iba bien hasta que en 1977 el dictador empezó a tener delirios de grandeza. Deseaba instaurar la «Gran Somalia» o, en otras palabras, le exigía a Etiopía un tercio de su territorio donde habitaba la etnia somalí.
«los primeros cinco años de su gobierno fueron los más prósperos de toda la historia para Somalia»
Con el derrocamiento de la monarquía en 1974, Etiopía también se había acercado al bloque soviético. Viendo que Moscú no le apoyaría en su cruzada, Barre cambió de bando. Rompió con los soviéticos y buscó el apoyo de Washington, sin desmantelar su Estado socialista. En 1977 lanzó una gran ofensiva contra Etiopía.
La guerra del Ogaden, llamada así por la región en que se produjo, duró apenas unos meses, de julio a octubre. Pese a los iniciales éxitos somalíes, el apoyo soviético y cubano decantaron la balanza en favor de Etiopía y para octubre la expulsión del ejército somalí fue total.
«Barre cambió de bando. Rompió con los soviéticos y buscó el apoyo de Washington»
Desde ese momento la dictadura de Barre entra en una fase de lenta pero inexorable descomposición interna. En 1982 Barre trató de invadir de nuevo Etiopía pero más que con tropas regulares, apoyando guerrillas somalíes en Ogaden. El dictador etíope Mengistu no tardó en pagarle con la misma moneda.
Poco después, en Somaliland, la antigua colonia británica, aparecieron grupos insurgentes armados, pero también civiles y pacíficos, que reivindicaban la independencia del territorio. Voluntariamente se habían unido a Somalia en 1960 y ahora querían liberarse del yugo dictatorial de Barre.
«En la guerra del Ogaden, pese a los iniciales éxitos somalíes, el apoyo soviético y cubano decantaron la balanza en favor de Etiopía»
La brutal represión del gobierno de Mogadiscio desembocó en lo que se conoce como el genocidio de Isaaq. No se trata de un lugar, sino de un clan somalí, sostén principal de las aspiraciones autodeterministas de Somaliland. En apenas dos años (1987-1989), entre muertos y desaparecidos se estima que alrededor de 200.000 personas del clan Isaaq fueron masacradas por las milicias de Barre.
A principios de 1991, con gran parte del país y del ejército fuera de su control, Barre se exilió a Nigeria, donde murió tranquilamente tres años después habiendo cumplidos los 76. Tras de sí dejaba un país arruinado, dividido en facciones, grupos étnicos y en el que no tardaron en irrumpir los señores de la guerra, paramilitares con un caudillo que tomaban el control de una zona y explotaban a su población.
«En apenas dos años (1987-1989), entre muertos y desaparecidos se estima que alrededor de 200.000 personas del clan Isaaq fueron masacradas por las milicias de Barre»
Somalia se convirtió en un lugar propio para todo tipo de delincuencia organizada. La piratería de sus costas nos es bien conocida. En 2008 la UE puso en marcha la Operación Atalanta, hasta la fecha su única gran maniobra militar de envergadura, prologada en el tiempo (sigue en activo) y exitosa. Los barcos y aviones de nuestras fuerzas armadas han asegurado el comercio marítimo, aunque no han aliviado la presión de las bandas armadas costeras, que ante la imposibilidad de ejercer la piratería, siguen saqueando los pueblos cercanos al mar.
De acuerdo con informes de la CIA y el Pentágono de la época de Bill Clinton, nos consta que Al Qaeda operaba en Somalia hacia finales de los noventa, siendo los somalíes las primeras víctimas de su terrorismo salafista, fuera de Afganistán. En la pasada década, el Estado Islámico se hizo fuerte en diversas regiones de Somalia llevando a cabo todo tipo de formas de explotación y abuso sobre la población civil para financiarse.
«Al Qaeda operaba en Somalia hacia finales de los noventa»
La paradoja de esta historia es Somaliland. Actualmente funciona como un Estado completamente independiente: gobierno propio, constitución propia, pasaporte y moneda propia. Dicho sea de paso su situación económico social es bastante mejor que la del resto de Somalia. Además, muchos Estados y organizaciones internacionales, entre ellos la UE, han firmado acuerdos informales de cooperación o comercio, pero aún no ha sido reconocido como Estado independiente.
«Somaliland. Actualmente funciona como un Estado completamente independiente»
Desde hace años, la misión de la ONU trata de apoyar al gobierno de Mogadiscio a recuperar el control del país. Desde 2010 se habían hecho algunos avances significativos en esta línea, pero si ahora es imposible superar este impás de bloqueo electoral, se teme un nuevo resurgir de violencia que eche a perder lo poco que se había conseguido.