Un hombre, joven en edad pero añejo en sentimientos, lleva largo rato apoyado en una esquina frente a la iglesia de San Pedro Apóstol en el toledano pueblo de Calera y Chozas. Tiene la mirada fija en la calle por donde sabe que Elías Sanz, el asesino de su padre, regresa al término de la faena diaria. Han pasado veinte años desde aquel fatídico día, pero el tiempo sopla liviano cuando de borrar huellas de sangre se trata.

Así comienza Entre vinos hablaos, una historia real que tronchó el árbol genealógico de una familia cuyo tronco crecía feliz enraizado en las tierras toledanas de Calera y Chozas. El último hálito de Gregorio Rodríguez Juncal, el patriarca de esa familia, colmó de muerte su río de vida y de vida un sueño de muerte: el de su hijo Juan, testigo presencial de la cuchillada que Elías Sanz, el yerno de Gregorio, y, a la postre, cuñado de Juan, asestó al primero. Aquella cuchillada rompió la sonrisa de Juan para siempre, un “para siempre” que marcó su destino cuando, sobre el cuerpo paterno yermo ya de alma, entre lágrimas juró venganza.

Juan mantuvo en la reserva el desenlace de un desquite apalabrado y a nadie lo reveló. Aferrado a esa reserva, cruzó el umbral de este mundo y, durante un siglo, el secreto moró en feudos de hermetismo a la espera de que alguien le abriese la jaula del silencio y le permitiera volar. La tarea de abrir aquella jaula y dar voz a una historia nunca antes contada correspondió a Olga Luján, la nieta de Juan. Un día descubrió lo ocurrido y, presta a rendir tributo a la calidad humana que, hasta para ejecutar una venganza, ennobleció las huellas de su abuelo, mojó la pluma en el tintero del ayer y, línea a línea, remendó jirones de vida, los atavió de una literatura que prenda y prende, y los convirtió en una novela escrita de corazón y con corazón: Entre vinos hablaos.

Hoy disfrutamos de un vino hablao en compañía de Olga Luján, quien nos acerca a su obra y también a sí misma, conjunción inevitable, pues, versando la novela sobre la historia de su familia, ambas olas espuman en idéntico mar.

 

Olga Luján, ¿de qué trata “Entre vinos hablaos”?

Trata de un crimen y una venganza, aconteceres trenzados en una crónica de principios del siglo XX que, desgranando los avatares de los Rodríguez y los Madrigal, retrata dos maneras diferentes de vivir una misma época.

En el seno de los Rodríguez hallaremos una historia en minúscula: la de Juan, quien, tras presenciar el asesinato de su padre a la tierna edad de ocho años, jura responder con sangre asesina la sangre asesinada. A la vera de un blasón ilustre, el de los Madrigal, conoceremos un período de la Historia en mayúscula de España: su convulsa política, la lucha por el voto femenino, el estallido de una guerra civil que sembró sangre y cosechó lágrimas, las penurias del durante y las secuelas del después. Los Rodríguez y los Madrigal, dos existencias disparejas que, sin embargo, transcurren paralelas entre copas de sino y vasos de vino.

 

Solo ha menester leer el título y mirar la portada para intuir que “Entre vinos hablaos” es una novela diferente. ¿Por qué ese título y por qué esa portada?

Título y portada van de la mano en simbolismo, porque ambos encierran un enorme significado.

El título honra la memoria de alguien muy especial para mí, Flores Luján. Él no gustaba de los vinos en soledad, sino de la charla inherente a todo vino bebido en compañía. Y tal cual lo pensaba, tal cual lo decía: “te invito a un vino hablao, amigo”.

En cuanto a la portada, tampoco se baña en azar. La imagen consta de tres planos. El plano principal muestra una puerta abierta; el plano secundario, una puerta cerrada, y al fondo se atisban la plaza e iglesia de Calera y Chozas, donde se suceden los hechos que inician y concluyen la novela. El conjunto de los tres planos habla del camino a recorrer por Juan Rodríguez, el protagonista, para liberarse de ese pasado que tanto lo atormenta: la primera puerta se abre proponiéndole un modo de consumar su venganza; cuando tal consiga, la segunda puerta, que de momento permanece cerrada e impidiéndole avanzar, le franqueará el paso; entonces, ya sin el lastre de un desquite clamado pero no sangrado, podrá acceder a la plaza de su pueblo, deshilachar la soga del rencor y reconstruir la sonrisa.

Juan Rodríguez, el protagonista de la novela, era tu abuelo. ¿Qué te llevó a escribir su historia?

El descubrir la peculiar revancha que urdió y consumó, una revancha completamente ignota en mi familia. Sabíamos del asesinato de mi bisabuelo, pero no de la revancha de mi abuelo. Yo me enteré en el año 2018 a través de mi tía, a quien, en una tertulia de peluquería, se lo contó una anciana de Calera. Aquella venganza destilaba tal nobleza que restaba sombras a tan torva palabra. Cuando la averigüé, me embargó un intenso orgullo por mi abuelo y una no menos intensa necesidad: brindar mis letras a su historia y un homenaje a él.

 

¿Recuerdas el momento concreto en que decidiste brindarle tus letras?

La verdad es que no. Yo sabía que quería escribir la novela, pero, como no me atrevía a embarcarme en un proyecto de semejante envergadura, empecé a desarrollarla en forma de relato largo. A partir de ahí, tengo una laguna mental, porque, sin apenas darme cuenta, me vi inmersa en labores de documentación, investigación y narración. No obstante, si he de concretar un momento, lo enmarcaría en una cena con un familiar en la que se terció hablar de esta historia y yo comencé a tomar notas. Diría que entonces nació la novela. Creo, pues, que yo no me puse ante un folio en blanco; en realidad, el folio en blanco se puso ante mí.

 

¿Conociste a tu abuelo?

Sí lo conocí, y guardo los más entrañables recuerdos de él. Era un hombre sencillo, introvertido, de mirada dulce con un brillo pícaro y nada pretencioso, pues bien podría haber presumido de su extravagante venganza y, lejos de ello, nunca la mencionó. Aunque devoto de la familia y muy amigo de sus amigos, gustaba de la soledad. Era persona de muro adentro, pero no por necesidad, sino por voluntad.

 

¿Qué opinión merece a tu familia el hecho de que el mundo sepa de esta historia?

La mejor de las opiniones. Los míos se han implicado en idéntica medida que yo. De una manera u otra, todos han colaborado en su elaboración y tanto ansiaban verla volar que no han parado de apremiarme hasta que ha desplegado las alas.

“A Europa se llega por el Palace”, “balas perdidas”, “cansados de todo lo conocido”, “aromas de hogar”, “Scherezade”, “huellas de sangre”, “planes de camposanto”, “Nochebuena sin paz”… Así rezan algunos títulos, muy elocuentes títulos que, para mayor dicha lectora, derrochan belleza literaria. ¿Pusiste título a los capítulos o capítulos a los títulos?

Puse título a los capítulos, e hice tal por una razón. Los títulos de Entre vinos hablaos no están pensados; están sentidos, y, para albergar un sentimiento sobre algo, ese algo debe existir… aunque sea en tu mente o en tu corazón, pero ha de tener una identidad cincelada o, al menos, cincelable. Creo que todo título es el nombre de una idea y, en mi caso, cuando, en forma de capítulo, la idea florecía, en forma de título, su nombre surgía.

 

¿Olga Luján nace o se hace como escritora?

Mi imaginación siempre cobijó historias, pero mi razón las guardaba bajo llave. Un día decidí sustraerme a la razón y dar rienda suelta a la imaginación. Entonces busqué esa llave, abrí la puerta a mis historias y las dejé viajar hasta el papel. Creo, pues, que, aunque siempre he sido escritora, lo he sido de formas distintas.

 

Estás afiliada a ONCE. Eres, por tanto, ciega. ¿Tu discapacidad te ha dificultado escribir?

En absoluto, y ello gracias a ONCE. Los ciegos españoles tenemos la fortuna de contar con ONCE. La organización nos prepara y nos proporciona lo necesario para escribir, leer y, en general, para llevar a cabo cualquier actividad que nos surja. Nos ayuda, en definitiva, a sortear y superar limitaciones. Todo lo que en España hace una persona con discapacidad visual lo hace gracias a ONCE.

 

Escribir exige no poca renuncia. ¿Has renunciado a muchos momentos que pertenecían a otros por tu novela?

He renunciado a muchas cosas y he dejado de vivir mil momentos, pero no me arrepiento, porque escribir forma parte de mí. Es una necesidad.

¿Alguna vez te planteaste abandonar el barco?

Mientras remaba, nunca; tras llegar a puerto y echar el ancla, bastante, tal vértigo siento ante esa otra travesía que implica el publicar.

 

Dicen que los cómos de todo envite se superan si tienes un por qué. ¿Cuál ha sido tu por qué para superar los cómos de este, tu particular envite?

Mi pasión por la Historia con mayúscula y mi necesidad de contar una historia con minúscula.

 

En todo proceso creativo se suceden momentos de risa, momentos de sonrisa y momentos de llanto. Dime un momento de risa, un momento de sonrisa y un momento de llanto.

Reí poniendo en negro sobre blanco algunas expresiones típicas de mi abuelo, porque muchas me las dedicaba a mí; por ejemplo, le recuerdo diciéndome: “si te doy una peseta, ¿te callas?”. Sonreí con las conversaciones en que los protagonistas desnudan sus emociones, tan familiares me resultan. Lloré describiendo el asesinato de Gregorio y transcribiendo una carta muy especial que redacta Fina, uno de los personajes.

 

¿Qué sentiste la primera vez que tuviste en el regazo un ejemplar de tu novela?

Se me escapó una lágrima.

 

Hoy, 1 de marzo, “Entre vinos hablaos” pone pie en el mercado. ¿Crees que, allá donde ahora more, tu abuelo sonreirá?

De seguro sonreirá. Y no solo sé que lo hará; sé incluso cómo lo hará, porque, cuando algo le gustaba, adoptaba esa expresión tímida tan suya: cerraba los ojos, levantaba un hombro y esbozaba una media sonrisa.

 

“Las deudas de sangre siempre llevan sangre de por medio”, así describes la venganza de Juan. ¿Crees que esa deuda de sangre podría haberse redimido entre vinos hablaos?

Esa en concreto, rotundamente, no.

 

Hay personas que pasan por tu transitar de puntillas y otras que hacen puntillas en tu corazón, dejándolo mucho más bonito. Olga Luján camina en la segunda procesión. Mujer de huella tierna y noble avanzar, cuando entra en el patio de tu vida, te lo llena de flores; cuando llega a la cocina donde a diario guisas tu sonrisa, pone hierbabuena en la olla, y cuando te invita a un vino hablao, el sol enciende la luz. Abrid, pues, las ventanas y preparaos para recibir trocitos de cielo, porque Entre vinos hablaos porta el sello de Olga Luján, un sello que no es sello simplemente; es fuente, es puente, y a nadie deja indiferente.

Vuela, amiga; siembra el mundo de vinos hablaos; quizá así el mundo grite menos y hable más… y, suerte mediante, acaso lo haga con una copa de vino en la mano y esa plática culmine en abrazo.