Escribía hace algún tiempo un amigo periodista, en uno de sus artículos donde recomendaba un poemario concreto, que no acertaba con las palabras exactas, y que no sabía expresar lo que acababa de leer, pero que quería que leyéramos ese libro que había ocupado su mesilla durante días.

«No sé describir cómo me siento después de Los lagos de Norteamérica, pero quiero que todo el mundo lea este libro»

Me veo ahora en una situación parecida, porque no encuentro la precisión necesaria, las palabras exactas (¿existen las palabras exactas?), que puedan hacerle justicia al poemario que lleva en mi cabeza desde que lo leí por primera vez hace semanas, y que leo y releo sin parar. No sé describir cómo me siento después de Los lagos de Norteamérica, pero quiero que todo el mundo lea este libro.

En junio del pasado año se falla en Córdoba el I Premio Internacional de poesía Juan Rejano-Puente Genil; lo gana José Daniel Espejo (Orihuela, 1975), con su viaje a Los lagos de Norteamérica, y con él abre una grieta en el relato establecido sobre los cuidados de personas dependientes, y nos hace conscientes de una realidad invisible.

En una entrevista a finales de año, José Daniel explica en La estación azul de RNE lo que es el libro: “un viaje al interior de la cabeza, del corazón, de un cuidador. Y, sobre todo, del relato del cuidador, de la persona que dedica su vida a sostener la vida de otra, y cómo afecta eso a la suya”.

Así que abro el libro y vuelvo a leer –otra vez, ya no sé cuántas llevamos–, intento anotar algo sobre el ritmo, la cadencia, los finales en el poema –cómo me obsesionan los finales y qué bien hechos están aquí–. Porque qué voy a decir yo que no hayan dicho ya, y mejor, de Los lagos de Norteamérica; pero es que el libro no se acaba al cerrar las tapas, se ha quedado dentro, resonando en mi cabeza. Los poemas se pegan a la piel, como la lejía que el poeta usa sin guantes.

El relato de Espejo sobre los cuidadores de personas dependientes, en este caso dos niños, uno con autismo –pero llámese autismo, alzhéimer, párkinson, o como sea-, está lleno de belleza. Pero lo que hay en este libro no es la belleza de un gran cielo azul, con sus nubes esponjosas y blancas con un enorme sol brillando en lo alto, no. La belleza de este libro es como la de los días de tormenta, fríos, nublados, a veces peligrosos. Una belleza desnuda y real, más dolorosa, a veces cruel, pero sublime.

«La belleza de este libro es como la de los días de tormenta, fríos, nublados, a veces peligrosos. Una belleza desnuda y real, más dolorosa, a veces cruel, pero sublime»

Ahí reside el gran logro de Espejo, en encontrar belleza y poesía en esa sordidez que puede rodear a estas situaciones, alejada del optimismo barato y de escaparate, de ese relato impostado que él mismo reconoce haber contado otras veces, conmovedor y disfrazado de dulzura. Son los poemas las situaciones y los recuerdos que nadie comparte; por menos glamurosos, pero tanto más pesados, como piedras que se hunden hasta perderse, dejando ondas tras de sí en un agua oscura.

Cada poema es un nudo más a la garganta del lector, tanto si ha vivido una situación parecida como si no, pues la ausencia, la pérdida, la desesperación o la frustración son también temas universales. Así como el eterno autocuestionamiento, el no saber, el no estar seguro, porque, de puertas para afuera, ya sabemos el relato: «la serie habitual de estereotipos: una historia luminosa,/ salpicada de drama,/ con final feliz»; pero dentro está la otra parte. Cuando la puerta se cierra, dentro queda la verdad, y es una verdad cruel donde el tiempo parece desfigurarse, todo sucede a deshoras y los horarios los marca la necesidad urgente –las necesidades aquí son siempre urgentes e inaplazables¾.

Es eso el poemario de José Daniel, lo que queda tras la puerta –en ocasiones con chispazos de ironía¾, una vez fuera de cámaras, cuando las luces se apagan y esa puerta se cierra, cuando ves que tu vida ya no es tu vida, o cuando compruebas hasta dónde llega el límite de aguante de un cuerpo y corazón humanos, en los que el dolor es únicamente propio e intransferible.

A pesar de todo el dolor, de la frustración, de la sordidez, de la incertidumbre, de los fantasmas, el tiempo desdibujado como el reflejo de la propia figura, y el llanto a escondidas, a pesar de todo y por todo, el relato de Espejo es un relato de amor. De un amor inmenso e inabarcable, que se extiende desde el primer verso hasta algún lugar desconocido, del que no podemos ver el final.

Después de leer este libro, te será difícil, acaso imposible, olvidar los nombres de Los lagos de Norteamérica.

 

  1. & Yo

[…]

Este amor

que consiste en defenderte de lo sórdido

ya que a ti no te es posible

limpiar la sordidez que te rodea

como un campo de fuerza

del tamaño del Sahara                  este amor

que se parece a atravesar

regiones en círculos                       la palabra

amor ha sido deformada

ensanchada desde dentro

obligada a copular con los dragones

de este enorme país sin toponimia

que sólo yo llamo este amor

pero ambos habitamos para siempre.

 

  • Título: Los lagos de Norteamérica
  • Autor: José Daniel Espejo Balanza
  • Nº de páginas: 64
  • Editorial: PRE-TEXTOS
  • Idioma: CASTELLANO
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788417830687
  • Año de edición: 2019
  • Plaza de edición: ESPAÑA